sábado, 18 de agosto de 2012

DIOS ESPERA FRUTO


«Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste. Lo llevaste con tu poder a tu santa morada» (Éxodo 15: 13).

Una de las ventajas de vivir en un clima tropical es que casi todo el año podemos cultivar un huerto. A menos que se produzca una helada, el invierno es un buen momento para trabajar en el huerto. El clima es más agradable y las malas hierbas no son tan abundantes.
Hace años compré un toronjero. ¡Ojalá hubiésemos comprado uno cuando, veinticinco años atrás, nos mudamos a esta casa; ahora ya habría madurado completamente y daría una buena cosecha. Pero mi pequeño toronjero crece muy bien. Cada año nos da unas cuantas toronjas más que el anterior. Yo lo riego y procuro que las raíces estén libres de malas hierbas. Espero que la próxima temporada, cuando estén maduras, podré recoger varias docenas de toronjas.
Para ilustrar la misericordia que Dios tenía con aquella generación de israelitas, Jesús contó una historia que hablaba de una higuera que no daba fruto. «El Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Luc. 9:56), dijo. Y también: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).
En la viña de cierto hombre, entre las vides, se erguía una higuera. Aquel árbol tenía ciertos privilegios sobre el resto de la propiedad. Estaba en la viña, lo que significaba que el suelo era excelente y recibiría más cuidados que las demás higueras.
La iglesia de Dios es su viña y está apartada de las demás plantas por medio de una valla (ver Isa. 5:1,2). Usted y yo somos higueras y fuimos plantados en esa viña por el bautismo. Cierto día, el dueño fue a buscar frutos pero no encontró ninguno; aunque razón no le faltaba para esperarlo. Cristo vino a los suyos de este mundo, los judíos, en busca de fruto. Tiene el ojo puesto en los que se benefician del evangelio para ver si viven según sus preceptos. Espera que den fruto.
No basta con las hojas y tampoco es suficiente con que florezcamos. Tenemos que dar fruto. Nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestras palabras tienen que ser las adecuadas al evangelio que el Señor Jesús nos comunicó. Basado en Lucas 13:6-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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