«Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte» (Proverbios 16: 25).
A menudo viajo en avión. Lo reconozco, que los aviones levanten el vuelo me desconcierta. Sin embargo, no es magia. La aerodinámica tiene sus leyes. Jamás nadie ha volado si no es conforme a las leyes de la aerodinámica. Nadie las establece de propia cosecha ni pregunta a sus amigos qué significan.
Los científicos han aprendido que, hagan lo que hagan en su campo de estudio, deberá ser de acuerdo con los principios que lo gobiernan. Pero, por alguna razón, muchos creen que son libres de adaptar las leyes de la fe y la moral a su gusto.
No inventamos ni reescribimos las leyes de la Física, sino que las descubrimos y las acatamos. De hecho, las tenemos que obedecer tanto si las hemos descubierto como si no. Sin embargo, cada vez más, hay quienes creen que, en lo que al comportamiento humano se refiere, todo depende de las preferencias personales.
Quizá pueda engañar a alguien durante un tiempo. Quizá se engañe usted mismo constantemente.
Pero jamás conseguirá engañar a Dios. La razón por la cual seguimos desafiando y haciendo caso omiso de las leyes de Dios es que la retribución ha sido pospuesta. Si pilotamos un avión y quebrantamos las leyes de la aerodinámica, pagamos el precio inmediatamente. Pero en los asuntos que tienen que ver con la fe y la moral, pueden pasar generaciones antes de que se noten las consecuencias. Y sin embargo, son igual de ciertas.
Aunque algunos podrían desear que no fuera así, es preciso que en la vida del cristiano la Biblia tenga tanto la primera como la última palabra. Mi auto móvil es un Buick Century del 2000. Cuando compramos el coche, en la guantera había un manual del propietario. A la hora de hacer el mantenimiento, puedo elegir si sigo las instrucciones o bien me las salto a la torera. Pero no está en mi mano decidir si las instrucciones son correctas o erróneas o si puedo reescribirlas. Son normas establecidas por el fabricante del vehículo, que es quién mejor sabe cómo mantenerlo en perfecto estado de funcionamiento. Desobedecerlas no va a mi favor.
No nos corresponde a nosotros decidir cómo debemos vivir. Dios nos creó y estableció las reglas. Sería prudente que, por su gracia, vivamos según sus reglas. Basado en Lucas 11:28
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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