«Así ha dicho Jehová de los ejércitos: "Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron, porque el que os toca, toca a la niña de mi ojo"» (Zacarías 2:8).
Cuando nació nuestra hija mayor, mi esposa y yo quedamos fascinados. Ya habíamos visto otros bebés, pero ese era diferente, era nuestro. ¡Qué criatura tan cautivadora! Podíamos pasarnos horas mirándola. Todo lo que hacía, todas sus muecas, eran aún más graciosas que las anteriores. Estábamos seguros de que ningún otro niño era tan inteligente para su edad. Ningún bebé fue más amado que ella.
¿Ha pensado alguna vez en el Padre celestial expresando alegría y placer? Téngalo por seguro, él también lo expresa. En el Nuevo Testamento leemos que en cinco ocasiones Dios el Padre habló desde el cielo declarando que estaba complacido en su «Hijo amado» (Mat. 3:17; 17:5; Mar. 1:11; Luc. 3:22; 2 Ped. 1:17).
Con todo eso, el Padre permitió que fuese herido. Si esto no hubiera sucedido, ninguno de nosotros se podría salvar. Pero Jesús aseguró a su «manada pequeña: [...] a vuestro Padre le ha placido daros el reino» (Luc. 12:32). Así, no solo fuimos creados «por tu voluntad» (Apoc. 4:11), sino que también «nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad» (Efe. 1:5). Sabemos que «se complace Jehová en los que lo temen y en los que esperan en su misericordia. (Sal. 147:11).
Es extraordinario que usted y yo, aun siendo pecadores, podamos hacer feliz a Dios. Él es el Dios feliz, fuente y manantial de toda felicidad. ¿Cómo podríamos aumentar su placer?. Sin embargo, hablando en términos humanos, la mayor de las alegrías de Dios es ver que un pecador regresa a él. Esto es lo que el profeta quiso decir cuando escribió: «Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos» (Sof. 3:17). Piense en el Dios eterno cantando y recuerde que lo hace porque usted ha vuelto a él. Basado en Lucas 15:11-32
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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