El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel. (Isaías 61:1).
Observamos en la biblia que la medicina que Jesús nos proporciona actúa sobre la totalidad del ser, y contribuye a quebrar las cadenas que entorpecen la vida del ser humano. Es un remedio que nos libera del sufrimiento, de la soledad, de la angustia, del remordimiento, de la rebeldía y de toda esclavitud que compromete nuestra salud física, psíquica y espiritual.
El objetivo que debemos perseguir es el de la famosa máxima «mente sana en cuerpo sano», teniendo presente que los dos elementos son interdependientes, y que juntos forman un todo. Tenemos la oportunidad de disfrutar no solamente del privilegio de una salud integral, sino de ayudar a otros a alcanzarla. En el mundo hay demasiado sufrimiento y enfermedad, tanto física como espiritual. Muchos males podrían evitarse si la gente conociera las leyes de la salud y las practicara.
Sabemos que no es la voluntad de Dios que existan tantas enfermedades, por tanto hemos de ser sensibles a esa realidad y aprender lo que Dios quiere que hagamos con los medios que tenemos. El primer paso que deberíamos dar es el de aprender por nosotros mismos lo que el organismo necesita para tener equilibrio, y el segundo es el de educar. Debemos, con inteligencia, educar con la verdad a las personas que nos rodean, orar por la salud de los demás y ser una influencia positiva sobre sus vidas, de modo que ellos puedan acercarse cada vez más al Dador de la vida y Restaurador de la salud.
En la Biblia está la respuesta a los problemas cotidianos. Conviene que nos preguntemos: ¿Mi alimentación y mis hábitos contribuyen al buen funcionamiento de mi organismo? Si la respuesta es negativa, encontremos en Dios el modo de cambiar el rumbo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre
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