Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. (Mateo 19:29).
El joven rico había estado observando cómo Jesús bendecía a los niños y su corazón fue tocado. Tenía una elevada opinión de sí mismo; sin embargo, sentía que algo le faltaba. A lo mejor, si Jesús ponía también sus manos sobre él y lo bendecía... Arrodillado a sus pies, le planteó la gran pregunta que tendría que preocuparnos a todos y cada uno de nosotros: «¿Qué me falta para ganar el cielo?». Le hizo la pregunta a la persona correcta. Solo hay una manera de llegar al cielo y es a través de Cristo.
Jesús le dijo al joven que, si quería la vida eterna, era necesaria la obediencia a los mandamientos de Dios; a lo cual, el dignatario le respondió que eso ya lo hacía desde su niñez. Si el dignatario hubiese entendido el alcance y la naturaleza espiritual de la ley y las obras de su corazón, habría dicho: «Todo eso lo he quebrantado desde mi juventud con el pensamiento, con las palabras y con los actos».
Si el dignatario hubiera amado de verdad a lo habría abandonado todo y lo habría seguido, costase lo que costase. Si realmente hubiera amado a sus hermanos, habría distribuido sus riquezas entre los pobres. Si hubiera abandonado el mundo realmente, no habría dudado en vender sus posesiones. Si realmente hubiera querido ir al cielo, no habría buscado otra cosa que hacerse un tesoro en él.
Hay mucha buena gente a la que un solo pecado le impedirá acceder a la salvación. Muchos que jamás dejarían a Jesús, de hecho, ya lo están dejando. Después de largo tiempo debatiéndose entre sus convicciones y sus corrupciones, estas últimas acaban por ganar la batalla. Los entristece sobremanera no poder servir a la vez a Dios y al dinero. En el camino al cielo, las riquezas son para muchos un gran obstáculo. Si el dignatario no hubiese sido tan rico, lo habría dejado todo y habría seguido a Cristo.
Quienes han renunciado a una herencia y a la familia por causa del reino de Dios gozarán del consuelo del Espíritu Santo, del placer de la comunión con Dios y una conciencia tranquila; ventajas que pagan con creces la pérdida. Sin embargo, eso no es todo; en el mundo venidero recibirán la vida eterna. Basado en Lucas 18:18-23.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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