Porque tal como piensa en su corazón, así es él. Proverbios 23:7 NRV1990
Si practicas algún deporte, quizás te has preguntado por qué los jugadores de cada equipo parecen ver cosas diferentes. Donde un equipo vio penalti, el otro vio una jugada limpia; donde unos ven un golpe intencional, otros solo ven un tropezón accidental.
Los investigadores de la percepción humana han encontrado una explicación muy sencilla: ellos dicen que, en última instancia, cada uno ve lo que quiere ver. Si la jugada es muy «chiquita», cada jugador, cada fanático, la juzgará de acuerdo a sus intereses. ¡Y con mucha más razón si esa jugada decide el campeonato!
Las Escrituras expresan esa misma realidad en nuestro texto de hoy: como piensas, así eres. Dicho de otra manera, no eres lo que piensas ser, sino lo que piensas, eso eres.
Quizás no hay mejor ejemplo para ilustrar esta realidad que la misión de los doce espías enviados por Moisés para inspeccionar la tierra de Canaán con el objeto de conquistarla (ver Núm. 13). Cuando regresaron, parecía que habían visto no una tierra, sino dos. Veamos.
Caleb y Josué: «No importa que haya gigantes, en el nombre de Dios podremos
conquistarla».
** Los diez: «¡No podremos! Esa tierra se traga a sus habitantes».
Josué y Caleb: «La tierra es buena, y el Señor nos ayudará».
Josué y Caleb: «La tierra es buena, y el Señor nos ayudará».
**Los diez: «Comparados con ellos, parecíamos langostas».
Josué y Caleb: «Con Dios de nuestra parte, los comeremos como pan».
Josué y Caleb: «Con Dios de nuestra parte, los comeremos como pan».
¿Era la misma tierra? Sí, pero donde diez de los doce espías vieron dificultades, Josué y Caleb vieron posibilidades. Cada uno vio de acuerdo a la, medida de fe que había en su corazón. Dios prometió que esa tierra sería del pueblo. Los que no creyeron, nunca pudieron heredarla, y sus cuerpos fueron sepultados en el desierto. En cambio, Josué y Caleb creyeron y, por su fe en la promesa de Dios, entraron en la tierra prometida.
Ante ti está un día lleno de desafíos. Quizás también hay «gigantes» que te están preparando una emboscada en el camino. Mi consejo es que, al igual que Caleb y Josué, lo apoyes en las promesas de Dios y exclames a voz en cuello:
«Con Dios de mi parte, los comeré como pan».
Señor, ayúdame a creer que tus promesas para mí se cumplirán en este día.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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