«Ahora, pues, dice Jehová convertíos ahora a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios; porque es misericordioso y clemente» (Joel 2:12-13).
¿Ha ayunado alguna vez? No me refiero a si alguna vez ha hecho dieta. Ayunar y hacer dieta no son lo mismo, aunque a veces queramos que los demás piensen que adelgazamos porque somos piadosos cuando, en realidad, sufrimos un ataque de vanidad.
El ayuno es la abstinencia total de alimentos, o la ingestión de muy poca cantidad, como un acto de disciplina religiosa o de abnegación. Si usted nunca ha ayunado, quizá se pregunte cómo se sentiría. Si ya lo ha hecho alguna vez, jamás lo olvidará.
Hay dos tipos de ayuno. El ayuno puede ser voluntario, porque la persona, de manera consciente, y por la razón que sea, toma la decisión de no comer; o involuntario, porque, aunque se quiera, no hay alimentos que llevarse a la boca.
La Organización Mundial de la Salud estima que un tercio de la población del mundo está bien convertíos ahora a mi alimentado, otro tercio sufre malnutrición y una tercera parte se muere de hambre. Desde que empezó a leer la meditación de hoy, al menos doscientas personas han muerto de hambre. Este año morirán más de cuatro millones. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la alimentación, uno de cada doce habitantes de la tierra está malnutrido, entre los cuales se cuentan ciento sesenta millones de niños menores de cinco años.
El ayuno por voluntad propia puede consistir en la reducción de los alimentos ingeridos o de algún alimento determinado. Las causas pueden ser por prescripción médica o por motivos de salud y bienestar.
Hay quien se abstiene de comer o beber ciertas cosas como ejercicio de autocontrol. También se puede ayunar como señal de una intensa sinceridad. Ester ayuno antes de presentarse ante el rey. Daniel ayunó mientras esperaba la interpretación del sueño del rey. Cuando Pedro fue encarcelado, toda la iglesia participó en el ayuno y la oración (ver Los hechos de los apóstoles, cap. 15, p. 110). ¿Es bueno ayunar?. Sí, puede serlo. Depende de la salud de la persona, de las condiciones en que se practica y de la condición espiritual (los motivos) de quien lo practica. Al ayunar es preciso que nos preguntemos: «¿Por quién ayuno: por Dios o por mí mismo? Basado en Mateo 6: 16-18
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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