Lugar: Washington D.C., EE.UU.
Palabra de Dios: Juan 8:11; Ezequiel 18:30
A fines del siglo XIX, mientras Grover Cleveland era presidente de los Estados Unidos, un día llegó una carta dirigida a él, a la Casa Blanca. Era de una adolescente, que quería pedirle perdón. En la carta, confesaba algo que había hecho dos años antes.
"Usé dos estampillas postales que ya habían estado en otras cartas", escribió. "Quizás usé más de dos estampillas así, pero solo recuerdo haberlo hecho dos veces. No sabía que estaba mal lo que hice, hasta hace poco".
Y le siguió diciendo al presidente que lo lamentaba mucho y que no podía dejar de pensar en lo que había hecho. "Ahora, querido presidente, ¿me perdona, por favor?" continuó diciendo en su carta. "Le prometo que no lo haré nunca más".
La jovencita no se detuvo solamente con el pedido de disculpas; ella quería arreglar las cosas. En el sobre, incluyó el costo de tres estampillas. Hoy, esa carta todavía se puede ver en una colección de la Casa Blanca.
¿Alguna vez te sentiste mal por algo que hiciste? ¿Por qué te sentiste así? ¿Fue porque te descubrieron y tuviste que pagar las consecuencias? ¿Fue porque quisiste dejar de sentirte mal por dentro? ¿O fue porque realmente querías hacer lo correcto? Sentirse mal es solo el primer paso. Lo que todos necesitamos es verdadero arrepentimiento.
Cuando Jesús perdonó a una mujer que había sido descubierta pecando, él le dijo: "Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar". Un buen consejo para cuando nos equivocamos es el siguiente: "Arrepiéntanse y apártense de todas sus maldades, para que el pecado no les acarree la ruina".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson
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