Respondió Jesús... Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. Juan 4:10.
Los dones de Dios están en toda mano; y todos sus dones nos llegan por el mérito de Jesús, a quien él dio al mundo. El apóstol Pablo irrumpe en una exclamación de gratitud al decir: "Gracias a Dios por su don inefable" (2 Cor. 9:15). Y Dios nos ha dado todas las cosas con Cristo. El capullo que se abre, las flores que florecen en su variedad y encanto, deleitosas a los sentidos, son la obra del Artífice que expresa su amor hacia nosotros... El Señor ha dedicado gran cuidado para que todo sea agradable y placentero para nosotros, pero cuánto mayor ha sido su esfuerzo para proveernos de ese don por el cual podamos perfeccionar un carácter cristiano según el molde de Cristo.
Por medio de las flores del campo Dios desea llamar nuestra atención al encanto del carácter semejante al de Cristo... Dios es un amante de lo hermoso. El desea que consideremos las hermosas flores del valle, y aprendamos lecciones de confianza en él. Ellas han de ser nuestros maestros... El Señor cuida las flores del campo, y las viste de encanto, y sin embargo ha hecho evidente que él considera a la humanidad de mayor valor que las flores que cuida...
Suponga que nuestro benévolo Padre se llegue a cansar de nuestra ingratitud, y que por unas pocas semanas retenga sus innumerables dádivas. Suponga que él se desanime al ver cómo se aplican sus tesoros a fines egoístas, y decida prohibirle al sol que brille, al rocío que caiga, a la tierra que rinda sus frutos. ¡Qué sensación causaría! ¡Qué consternación se apoderaría del mundo! ¡Cuál sería el clamor acerca de cómo suplir nuestras mesas con alimentos y nuestro cuerpo con ropas!...
Dios no solo nos ha concedido beneficios temporales, sino que ha provisto para nuestro bienestar eterno; "porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16)... Oh, si conociéramos el don de Dios, si apreciáramos lo que este don de Dios significa para nosotros, lo estaríamos buscando fervientemente con una perseverancia inquebrantable.— Signs of the Times, 19 de junio de 1893.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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