miércoles, 3 de abril de 2013

¿EXCUSAS A DIOS?


La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. [...] Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Filipenses 2:5-6,8.

Cuando nos enfrentamos a un «así dice el Señor» y no somos capaces de obedecerlo, solemos parapetarnos en excusas como las que dieron Adán y Eva en el huerto del Edén, tras haber pecado. «En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez. Por eso, para cubrirse entretejieron hojas de higuera» (Gen. 3:7). Adán echó la culpa de su desobediencia a Eva, que lo había empujado a él, y esta culpó a la serpiente, porque la había engañado. El resultado de esa conducta equivocada tuvo consecuencias eternas, que aún alcanzan a los que vivimos en esta época.
Obedecer ciegamente a Dios sin poner pretextos ni excusas es la mejor salvaguarda para disfrutar de una vida plena. Sus requerimientos tienen corno único objetivo y razón de ser nuestro bienestar, protección y felicidad. Por el contrario, desobedecer abiertamente los mandamientos de Dios buscando justificar nuestra conducta errónea, equivale a caminar sin dirección en esta vida.
He escuchado a muchos cristianos decir frente a los requerimientos de Dios: «¿Qué tiene de malo hacer esto o aquello?» o «¡Eso no me convence!». Cuando actuamos así ponemos en duda la sabiduría de Dios, y esto nos hace inmensamente vulnerables frente al pecado.
Amiga, todos tenemos cientos de razones por la cuales obedecer a Dios. La Biblia contiene inspiradores relatos de hombres y mujeres que, sin ningún tipo de excusas, estuvieron dispuestos a hacer la voluntad de su Señor, y todos ellos están en la galería de hombres y mujeres ilustres; y no solo eso, sino que también tienen asegurada su ciudadanía en la patria celestial.
La próxima vez que te sientas tentada a poner en duda los mandatos divinos, o que te cueste obedecer por fe los principios de Dios, levanta tus ojos al cielo y di con la sencillez y la humildad de una niña: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Esta actitud sumisa es la respuesta de un corazón agradecido por todas las misericordias que has recibido de la mano de tu Señor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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