Al verte, han quedado espantadas todas las naciones que te conocen. Has llegado a un final terrible, y ya no volverás a existir (Ezequiel 28:19).
El Juez 25 de Paz Penal sentenció con mil novecientos cincuenta y cinco años de prisión a Jóse Luis González González, propietario y director general de la empresa Publi XIII, por el delito de fraude genérico. Además, le impuso una multa de ciento cincuenta y seis mil cuatrocientos (156,400) días de salario mínimo vigente».
Así anunciaron los medios la noticia en la Ciudad de México. Nosotros siempre debemos asumir la inocencia de las personas. No debemos formular juicios de valor contra nadie, en ningún sentido. Si utilizo este caso como ilustración es porque contiene lecciones muy valiosas para todos.
Según la información, el Ministerio Público demostró que Jóse Luis González prometía a los agraviados vehículos nuevos para portar publicidad, los cuales entregaría luego de recibir el pago de una cantidad que oscilaba entre los 20,000 y los 30,000 pesos mexicanos como compromiso, pero era un fraude. El fiscal, a instancias de la policía, inició un proceso penal en representación de los afectados y ordenó la congelación de cuentas bancarias y embargó los inmuebles de Publi XIII para la reparación del daño.
La policía aprehendió a González cuando viajaba en un vehículo de lujo por las calles de Jalisco y fue ingresado al Reclusorio Preventivo Varonil Norte, de la capital mexicana. ¿Por qué impuso el Juez 25 una sentencia tan terrible a esa persona? Según el término medio de vida de ochenta años, González necesitaría más de veinticuatro vidas para saldar su deuda con la sociedad. Pero, además, le impuso una multa muy elevada: ciento cincuenta y seis mil cuatrocientos (156,400) días de salario mínimo vigente: más de dieciséis millones de pesos.
¿Por qué necesitaría González más de veinticuatro vidas para saldar su cuenta con la justicia? Seguramente porque el juez consideró que su culpa era muy grande. El juez creyó que nunca podría pagar el mal que hizo. Indudablemente consideró que debía convertir el castigo del culpable en una lección clara para otros: nadie, nunca más, debería atreverse a perpetrar un daño tan grande.
El texto de hoy dice que Dios impuso la pena máxima a Lucifer. ¿Por qué? Por muchas razones. Una de ellas es que su delito ocasionó un daño irreparable, de consecuencias eternas. Pero me parece que la mayor es porque Lucifer nunca estuvo dispuesto a aceptar la gracia y misericordia de Dios expresada en Cristo Jesús. Y tú, ¿estás dispuesto a aceptar la gracia de Dios expresada por medio del Señor?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
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Por Félix H. Cortez
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