lunes, 17 de junio de 2013

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

 Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Juan 10:27.

El pastor, con abnegación y tierno cuidado, lleva a sus ovejas a pastar, desafiando las inclemencias del tiempo y los peligros del campo abierto. Las ovejas conocen a su pastor y caminan en pos de él por intrincados senderos, sin temor. Según algunos estudios científicos que el Instituto Babraham de Cambridge, Inglaterra, realizó con ovejas, ha quedado demostrado que son capaces de reconocer hasta cincuenta rostros de sus congéneres y diez rostros humanos.
Cuando en el campo de pastoreo se mezclan varios rebaños y un pastor desea juntar a sus propias ovejas, las llama con un silbido que los animalitos distinguen entre todos los demás. Pocas veces se confunden y se van en pos de otro pastor, siguiendo a otro rebaño. Al terminar la jornada, el camino de vuelta al aprisco está marcado por las huellas que el pastor deja en la senda y que sus corderos siguen sin titubear. Una vez allí, con tierna consideración, el pastor atiende las heridas de aquellas que se lastimaron en el camino, y permanece vigilante mientras el rebaño descansa. ¡Hermosa imagen!
David, autor del salmo 23, representó por medio de esta joya literaria el amoroso cuidado que Dios tiene por nosotras. Jesús, el buen pastor, busca tener una relación cercana con nosotras. Desea conocernos y que lo conozcamos. Busca maneras para que escuchemos su llamado amoroso y que respondamos a él voluntaria y dócilmente. Permanecer en Cristo es nuestro desafío cotidiano, y para ello debemos ponernos bajo su cuidado. Que esta sea nuestra oración: «Tómame, ¡oh Señor!, como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti» (El camino a Cristo, cap. 8, p. 104).
Querida amiga, es posible que el eco de algunas filosofías mundanas te lleve a desconocer el llamado de Cristo Jesús, tu pastor. A lo mejor, unida a otros rebaños, sientes temor y no sabes cómo volver al redil. Haz tuya la promesa divina y aférrate a ella hasta que retornes al hogar. Jesús te dice: «Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí» (Juan 10:14)
Te invito para que hoy, en la frescura y el silencio de la mañana, le pidas al Señor con humildad que te permita escuchar su voz, y ser apacentada por los caminos de la vida, hasta llegar sana y salva al hogar eterno en el reino de los cielos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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