Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado. Juan 17:24.
Cristo era infinito en sabiduría, y sin embargo resolvió aceptar a Judas, aunque conocía cuáles eran sus imperfecciones de carácter. Juan no era perfecto. Pedro negó a su Señor, y sin embargo con hombres así se organizó la iglesia cristiana primitiva. Jesús los aceptó para que pudieran aprender de él lo que constituye un carácter cristiano perfecto. La ocupación de cada cristiano es estudiar el carácter de Cristo. Las lecciones que Jesús les impartió a los discípulos no siempre armonizaban con su razonamiento... El Redentor del mundo siempre buscaba llevar la mente de lo terrenal a lo celestial. Cristo constantemente les enseñaba a sus discípulos, y sus lecciones sagradas tuvieron una influencia moldeadora sobre su carácter. Solo Judas no respondió a la instrucción divina. Según toda apariencia era justo, y a la vez cultivaba su tendencia a acusar y condenar a los demás...
Judas era egoísta, envidioso y ladrón, pero aun así se contaba entre los discípulos. Era defectuoso de carácter, y no practicaba las palabras de Cristo. Afirmó su alma para resistir a la influencia de la verdad; y al paso que criticaba y condenaba a otros, descuidaba su propia alma, y fomentaba y fortalecía sus malos rasgos naturales de carácter, hasta que se endurecieron de tal modo que vendió a su Señor por treinta piezas de plata.
¡Oh, animemos a nuestras almas a mirar a Jesús! Digámosle a todo el mundo cuan peligroso es descuidar la salud eterna del alma al contemplar las almas enfermas de otros, al hablar de la fealdad del carácter que se encuentra en los que profesan el nombre de Cristo. El alma no se torna más y más como Cristo al contemplar el mal, sino similar al mal que contempla...
Recordemos que nuestro gran Sumo Sacerdote está abogando ante el trono de misericordia a favor de su pueblo redimido. Él vive siempre para interceder por nosotros... La sangre de Jesús aboga con poder y eficacia por quienes han apostatado, por los que son rebeldes, por quienes pecan a pesar de haber recibido gran luz y amor... El no olvidará a su iglesia en el mundo de tentación.— Review and Herald, 15 de agosto de 1893; parcialmente en A fin de conocerle, p. 184.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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