sábado, 13 de abril de 2013

UN SUAVE MURMULLO

¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán. Isaías 55:2-3.

Los ecologistas aseguran que un nuevo modo de contaminación nos invade. Ya no solamente se trata del exceso de basura y desechos que generamos en cada hogar y en cada empresa, ni de los gases tóxicos; ahora también debemos enfrentar la contaminación auditiva, esa que se produce por causa del ruido. Ya casi es imposible gozar de los sonidos de la naturaleza que están destinados a darnos paz y tranquilidad, como son el sonido de las olas del mar al romper en la playa, el canto de las aves o el repiqueteo de la lluvia al golpear sobre alguna superficie; todos ellos, sonidos destinados a ponernos en conexión con la creación y el Creador
Por el contrario, son miles y millones los ruidos provocados por los seres humanos que saturan nuestro medio, especialmente en las ciudades: el motor de millones de automóviles que se mueven en las calles de nuestras grandes ciudades, los aviones supersónicos que rompen la quietud de la noche con el ruido de sus turbinas, el griterío de los que compran y venden en los mercados, la música estridente de las discotecas y las miles de voces humanas que buscan ser escuchadas tras un micrófono o en los programas basura de la televisión. Los estudiosos pronostican altos niveles de sordera para las generaciones futuras, pues el oído humano está expuesto a una cantidad de decibelios insoportable para este órgano tan sensible y complejo.
Cuando Dios se reveló a Elías, no lo hizo por medio de un terremoto ni de un trueno, sino por medio de un suave murmullo (1 Rey. 19:12) apenas perceptible. Tan suave y apacible, que el profeta, en medio de su miedo y desaliento, casi ni lo pudo escuchar. La sordera espiritual suele ser la más agresiva. Nos desconecta del cielo para que escuchemos únicamente los ruidos mundanales. Nos invade el temor, pues creemos que Dios no está, que no se preocupa de nosotros, que nos priva de su consejo. Nada más lejos de la realidad. El Señor siempre habla al oído humano y anhela que lo escuchemos.
Comienza este día apartándote del mundanal ruido y escuchando la voz de Dios, que como siempre, hoy también tiene algo que decirte.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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