Sabed ante todo que en los últimos días vendrán burladores, andando según sus propias pasiones (2. Pedro 3:31).
Mientras escribía esta semana un artículo para un boletín trimestral, meditaba en qué mensaje transmitir a los jóvenes, pues me preguntaba si realmente serían capaces de mantenerse leales a Dios en una sociedad tan corrupta y desprovista de principios como la que les ha tocado vivir.
En todos los tiempos ha habido jóvenes que han tenido que enfrentar el mal con firmeza. Ponerse de parte del bien y ser fiel a Dios nunca ha sido fácil, por eso no es de extrañar que actualmente tampoco lo sea. La actual era postmoderna reclama el libertinaje, no la libertad. Buscando en el diccionario de sinónimos la palabra «libertinaje» encontré, entre otros, estos: impudicia, obscenidad, concupiscencia, deshonestidad, desvergüenza. Por más que se quiera presentar como bueno un estilo de vida basado en estos «valores», sus consecuencias no pueden ser sino nefastas.
La libertad no tiene nada que ver con el libertinaje. Es más, son dos cosas totalmente opuestas. La libertad se fundamenta en los principios plasmados en piedra por la misma mano de Dios. La verdadera libertad te lleva a actuar como una persona racional, creada a la imagen de Dios, y te evita las terribles consecuencias del vicio y la inmoralidad.
Así pues, reflexionando sobre estos temas, decidí formular varias preguntas a los jóvenes: «¿Por qué va a ser malo, si todos lo hacen? ¿Se habrán hecho esta pregunta los tres jóvenes hebreos que no adoraron la estatua de Nabucodonosor? ¿Cuántos jóvenes sucumbían a la tentación sexual en los días de José? ¿Cuántas personas viven una religión externa, legalista, ca¬rente del verdadero amor a Dios y al prójimo?». Tenía la esperanza de que, buscando sus respuestas, hallaran motivación para caminar en la verdadera libertad que únicamente se encuentra en la ley de un Dios de amor.
¿Cómo está tu fe? ¿Te guiarás por tus gustos, sujetos a una naturaleza pecaminosa, o harás brillar los principios divinos? Mi deseo es que atesores esta convicción: «He sido creada a la imagen de Dios, y quiero parecerme siempre a él».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Mientras escribía esta semana un artículo para un boletín trimestral, meditaba en qué mensaje transmitir a los jóvenes, pues me preguntaba si realmente serían capaces de mantenerse leales a Dios en una sociedad tan corrupta y desprovista de principios como la que les ha tocado vivir.
En todos los tiempos ha habido jóvenes que han tenido que enfrentar el mal con firmeza. Ponerse de parte del bien y ser fiel a Dios nunca ha sido fácil, por eso no es de extrañar que actualmente tampoco lo sea. La actual era postmoderna reclama el libertinaje, no la libertad. Buscando en el diccionario de sinónimos la palabra «libertinaje» encontré, entre otros, estos: impudicia, obscenidad, concupiscencia, deshonestidad, desvergüenza. Por más que se quiera presentar como bueno un estilo de vida basado en estos «valores», sus consecuencias no pueden ser sino nefastas.
La libertad no tiene nada que ver con el libertinaje. Es más, son dos cosas totalmente opuestas. La libertad se fundamenta en los principios plasmados en piedra por la misma mano de Dios. La verdadera libertad te lleva a actuar como una persona racional, creada a la imagen de Dios, y te evita las terribles consecuencias del vicio y la inmoralidad.
Así pues, reflexionando sobre estos temas, decidí formular varias preguntas a los jóvenes: «¿Por qué va a ser malo, si todos lo hacen? ¿Se habrán hecho esta pregunta los tres jóvenes hebreos que no adoraron la estatua de Nabucodonosor? ¿Cuántos jóvenes sucumbían a la tentación sexual en los días de José? ¿Cuántas personas viven una religión externa, legalista, ca¬rente del verdadero amor a Dios y al prójimo?». Tenía la esperanza de que, buscando sus respuestas, hallaran motivación para caminar en la verdadera libertad que únicamente se encuentra en la ley de un Dios de amor.
¿Cómo está tu fe? ¿Te guiarás por tus gustos, sujetos a una naturaleza pecaminosa, o harás brillar los principios divinos? Mi deseo es que atesores esta convicción: «He sido creada a la imagen de Dios, y quiero parecerme siempre a él».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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