“Alabemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por medio de Cristo nos ha bendecido con toda suerte de bienes espirituales y celestiales. Él nos ha elegido en la persona de Cristo antes de crear el mundo”. Efesios 1:3, 4, LPH
Gracias a internet, el mundo entero conoce el significado del símbolo @ o “arroba”. Sin él, nunca encontraríamos el camino en el ciberespacio ya que indica en qué servidor está alojada una dirección de correo electrónico. Por eso, en inglés se pronuncia at, o sea, “en”. Una joven pareja china, deseando ser a la vez original y reflexiva, pidió al gobierno que inscribiera el nombre de su recién nacido como “@”. Aunque ya te comenté que en inglés este signo se pronuncia at, en chino los equivalentes de las letras “a” y “I” pueden pronunciarse de forma que suenen como el equivalente de “amarlo”. Y esta pareja amaba a su bebé.
Nuestro texto proclama que, como señal de su amor por sus hijos de la tierra, Dios nos eligió -a ti y a mí- mucho antes de que naciéramos, mucho antes de que el mundo fuera creado. ¿Por qué? “Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad” (Efe. 1:5, LBA).
¿Puedes creerlo? Elegir a persones como tú y yo ha contado con el beneplácito de Dios, lo ha complacido, le ha dado muchísimo placer. Por otra parte, ese es el meollo de cualquier adopción, ¿no? El gozoso placer de elegir a tu hijo -no hay “resbalones” ni accidentes en una adopción-: uno elige a su hijo muy minuciosamente y de forma intencional. Igual que hizo Dios cuando nos eligió para que fuéramos sus hijos. Pero, tristemente, ¡qué fácil es que olvidemos nuestra condición de elección! El Rey del universo nos ha adoptado en su familia; y, no obstante, ¡nos arrastramos por la vida subsistiendo a duras penas, abatidos como indigentes, cuando hemos sido adoptados como príncipes y princesas! Cuán apenado se debe sentir Dios frente a mis preocupaciones, mi lloriqueo, mi olvido de la gloriosa verdad de ese antiguo cántico evangélico “Del Padre los bienes no tienen igual; de piedras preciosas enorme caudal”. ¿No es una vergüenza estar quejándome cuando “soy hijo del Rey”?
Nuestros documentos de adopción fueron inscritos y firmados en carmesí en el Calvario, ¡qué gran noticia! “Nos hizo aceptos en el Amado” (vers. 6). Elegidos, adoptados, ¡aceptados! ¿Qué más podríamos pedir?
“Tal amor es incomparable. ¡Que podamos ser hijos del Rey celestial! ¡Preciosa promesa! ¡Tema digno de la más profunda meditación! ¡Incomparable amor de Dios para un mundo que no lo amaba!” (El camino a Cristo, cap. 1, p. 22).
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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