La salvación es individual, pero no individualista. Francis A. Schaeffer
El individualismo está de moda; es, paradójicamente, una ceguera colectiva; la gente vive encerrada en sí misma, en sus propios intereses, indiferente a las necesidades ajenas. Y como fiel reflejo de la sociedad en que está inmersa, nuestra iglesia también sufre una epidemia de individualismo espiritual: vemos la religión como algo privado, que nos lleva a una experiencia interior y a vivir la espiritualidad a nuestro estilo, para nuestros adentros. El yo es el protagonista.
En esto de la salvación, es cierto que el primer paso consiste en acercarse individualmente a Dios cada día; hemos de buscarlo en total intimidad. Pero tras ese primer contacto a solas, ya no tiene razón de ser el individualismo, porque “el fruto del Espíritu es amor” (Gál. 5:22), y el amor se opone a todo tipo de aislamiento. Nuestra primera responsabilidad es hacia los demás, hacia la dimensión horizontal de la fe cristiana. Como afirmó Francis A. Schaeffer: “La salvación es individual, pero no individualista”. ¿Por qué? Richard Rice responde muy bien a esta pregunta: porque “la función esencial de la religión es ayudar a los individuos a hacer frente a sus desafíos”.*
¡Esa es la razón de ser de la iglesia! Ese es el tipo de relación que Jesús quiere que tengamos con los demás, porque es el tipo de relación que él siempre ha tenido con el Padre: “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo” (Juan 15:9); “mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes” (Juan 15:12). Por eso el cristiano, aunque individual, nunca puede ser individualista.
El amor al prójimo ha de ser nuestra marca distintiva, porque “si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido”. Si “no tengo amor, no soy nada” (1 Cor. 13:1, 2). De nada sirve hablar del amor si no se hace de él una realidad en la vida. El mundo necesita que le presentemos algo que les haga pararse a pensar; ese algo es “me importas”. Porque “¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? […] Si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta” (Sant. 2:14-17).
“Si no tengo amor, no soy nada” (1 Cor. 13:1,2).
* Richard Rice, “El desafío del individualismo espiritual y cómo hacerle frente”, Specttum, 5 de febrero de 2009.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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