Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Ezequiel 33:11.
Sobre la pared de una gran prisión del oeste hay una habitación de ladrillo, pequeña y sin ventanas, que sobresale notablemente sobre todo lo demás. Es la casa de la muerte. En un nivel inferior está la hilera de la muerte, donde se quedan los prisioneros que han sido sentenciados a morir. Pocas personas han visto alguna vez el interior de la casa de la muerte. No es un lugar agradable para estar. Dos grandes sogas cuelgan del techo. Hay dos, en caso de que el Estado ordene un doble ahorcamiento. Por debajo de estas cuerdas hay una plataforma con un patíbulo.
Cerca, hay una pequeña habitación acristalada donde los espectadores pueden ver la ejecución. Sobre la pared, hay un tablero que contiene tres interruptores para soltar el patíbulo. El día de la ejecución, se llama a un electricista de fuera del pueblo para que renueve la instalación eléctrica de manera que nadie sepa qué interruptor “lleva el vivo”.
Finalmente, llega el momento en que el prisionero tiene que subir esos trece temibles escalones hacia la plataforma. Todo es silencioso en el interior de la casa de la muerte. Se coloca una capucha negra en la cabeza del prisionero y se ajusta el lazo para que quede firmemente alrededor del cuello de la persona condenada.
Desde adentro de la pequeña habitación, el alcaide asiente, y tres guardias dan un paso al frente y simultáneamente presionan los botones del tablero. El patíbulo se abre y el prisionero desciende a su muerte.
Supón que alguien corre hasta allí en el último segundo y grita: “¡Alto! ¡Yo tomaré el lugar de ese hombre! ¡El no necesita morir!” Se hace una rápida transferencia y se libera al prisionero. El incidente saldría en todos los noticieros de la tarde, en los diarios y en Internet. Las personas estarían hablando de esto en los programas de debate televisivo y alrededor del dispensador de agua del trabajo. Pero, supón que el prisionero condenado rechaza la oferta. Eso también estaría en las noticias: noticias trágicas.
Esto es exactamente lo que hizo Caín. Cuando Jesús gritó: “¡Alto! ¡Yo tomaré el lugar de ese hombre! ¡Él no necesita morir!”, Caín dijo “No”. Rehusó salir de la casa de la muerte como un hombre libre. Incluso rechazó el ofrecimiento después de que Dios, en su misericordia, no le quitara la vida inmediatamente por este terrible homicidio; en lugar de eso, le dio vida para que se arrepintiera.
Caín se convirtió en la cabeza del largo linaje de impíos que rechazó la salvación.
Hay solo dos clases de personas en este mondo: aquellos que aceptan la salvación ,y aquellos que la rechazan. Tú ¿qué elegirás?
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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