¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Salmo 119:9, 11.
Cuando los mercaderes ismaelitas llegaron a Egipto, llevaron directamente a José al mercado de esclavos y rápidamente lo vendieron a Potifar, capitán de la guardia de Faraón. Mientras su nuevo amo conducía a José hacia su casa, muchas preguntas se apiñaron en su mente.
¿Debería decirle a Potifar que solo adoraba a Dios?
Eso le daría a Potifar la impresión de que José era raro, porque los egipcios adoraban a muchos dioses. Sería tan fácil consentir en cualquier cosa que su amo le pidiera hacer, sin tener en cuenta sus principios. Después de todo, por ser un esclavo, ciertamente no tenía derechos. Pero, José determinó que iba a defender la verdad y que seguiría a Dios aun siendo un esclavo. Dios sonrió y honró su posición.
Cada vez que alguno se decide a servir a Dios más allá de los costos, el mismo Señor se ocupa de que los de alrededor conozcan que hay en el cielo un Dios que realmente cuida de sus hijos. Potifar pronto lo sabría.
Potifar estaba tan impresionado por la sabiduría y la fidelidad de José que lo hizo supervisor de toda su casa. Ahora José estaba a cargo de todos los otros siervos y tenía completo control de todo lo que pertenecía a Potifar. Era una gran responsabilidad, y .losé buscaba al Señor por dirección en todas sus tareas.
Pero un cambio estaba por venir. Cada vez que alguien se pone firme para hacer lo correcto, Satanás intenta que esa persona tropiece y caiga. Y, si no puede lograr que peque, hará todo lo que pueda para deshacerse de él. El viejo diablo tiene muchos agentes que lo ayudan. En este caso, tenía a la señora de Potifar.
Ella acusó a José de un crimen bajo. Para cuando su marido llegó a la casa, ella gritaba histérica. iAbuso! ¡Imagina semejante mentira! Y, antes de que el día terminara, .losé no solo había perdido su trabajo como supervisor, sino también estaba tras las rejas por un crimen que no había cometido. Ocurrió así de rápido.
José sabía que no había hecho nada malo. Había mantenido su mente pura y limpia y, aunque era duro ser acusado de un cargo falso y encarcelado, estaba dispuesto a dejar que el Señor lo guiara, aun si eso significaba sufrir en prisión. La palabra de Dios estaba en su corazón y sabía que Dios, al final, resolvería las cosas para mejor.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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