La valentía nos llega según vamos viviendo con Jesús. Max Lucado
Marie Durand* tenía 17 años y esperaba ansiosamente el día de su boda, pero el momento nunca llegó. Ese día, y muchos más que le siguieron, los pasó en una fría cárcel de Francia. ¿Cuál había sido su delito? Pertenecer a una familia protestante. Por sus creencias religiosas, el hermano de Marie tenía orden de busca y captura. Llegaron unos soldados a su casa buscándolo pero, al no poder encontrarlo, se la llevaron a ella en su lugar. Marie fue conducida a la torre de Constanza, encerrada en una celda. Podría abandonar la prisión y saborear de nuevo la libertad si renunciaba a su fe.
¿Qué hubieras hecho tú? ¿Te gustaría creer que hubieras sido valiente? Marie lo fue. No renunció a su fe, y día tras día fue escribiendo en la pared de su celda la palabra “resistiré”. Y resistió. No un día ni un mes, sino 37 años. ¿Qué has de resistir tú día tras día?
¿Qué pruebas debes enfrentar por causa de tu fe, que te hace tan diferente a la vista de los demás?
Tal vez vives en un país con libertad religiosa y, sin embargo, cargas con una asignatura pendiente porque un profesor se niega a concederte tu derecho a no hacer un examen en sábado; tal vez tus compañeros de trabajo recelan de ti porque no sales con ellos de copas, ni los acompañas a veladas sociales los viernes por la noche; tal vez has perdido una amiga por no querer comprometer tu honestidad y buen nombre en respuesta a una petición suya; no me cabe duda de que enfrentas diariamente presiones por causa de tus convicciones religiosas más profundas. ¡Resiste!
Yo también tenía 17 años cuando, recién convertida, sentí la presión. Mi abuelo, católico acérrimo, me dijo; “Has deshonrado a tu familia. Debes seguir nuestra tradición religiosa”. Nunca he sido valiente, pero de mí brotaron estas palabras: “Si tú conocieras algo mejor, ¿no te cambiarías?” La valentía llega cuando convives con Jesús. Conoce a Jesús cada vez más y, como dice mi propia versión de lo dicho por Pedro, “si por actuar con rectitud has de sufrir, ¡dichosa tú! No tengas miedo a nadie, ni te asustes, sino honra a Cristo como Señor en tu corazón. Está siempre preparada a responder a todo el que te pida razón de la esperanza que tienes” (ver 1 Ped. 3:14, 15).
JohnGraz, El adventista y… (Doral, Florida: APIA/México D. F.: GEMA, 2010), pp. 229,230.
“Si por actuar con rectitud han de sufrir, ¡dichosos ustedes!” (1 Ped. 3:14).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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