El cultivo apropiado de la dimensión social de nuestra naturaleza nos lleva a solidarizamos con los demás. Elena de White
“Pido en mi oración que su amor siga creciendo más y más todavía, y que Dios les dé sabiduría y entendimiento” (Fil. 1:9).
Una reportera de la CNN oyó hablar de un anciano judío que llevaba años yendo a orar al Muro de las Lamentaciones cada día, y decidió entrevistarlo. Lo observó mientras oraba y, cuando el hombre terminó, se le acercó: “Disculpe. Soy periodista y quisiera hacerle unas preguntas. ¿Cómo se llama?”, comenzó la reportera. “Morris Fishbein”. “¿Y cuánto tiempo lleva usted viniendo al Muro de las Lamentaciones cada día para orar?” “Alrededor de sesenta años”. “¡Sesenta años! ¡Es asombroso! ¿Y por quién o por qué ora?”, preguntó finalmente la mujer. “Oro por la paz entre cristianos, judíos y musulmanes. Oro por que terminen las guerras y el odio. Oro para que los niños crezcan amando a sus semejantes”. Sorprendida, la periodista preguntó: “¿Y cómo se siente usted después de estos sesenta años?” “Como si le hubiera estado hablando a un muro”, respondió el piadoso judío.
Un campeón de la oración, nadie puede negarlo. Y la oración cumple, entre otras funciones, la de sensibilizamos a las realidades que nos rodean, y por tanto prepararnos para actuar en consonancia con ellas. Pero “quien no hace nada más que orar, […] sus oraciones llegarán a ser una rutina formal. […] Cuando dejan de traba- jar fervorosamente por el Maestro que trabajó por ellos, pierden lo esencial de la oración” (El camino a Cristo, cap. 11, p. 150). Dicho en palabras sencillas: en muchas ocasiones, la oración no es suficiente.
En los tiempos de Jesús los fariseos disfrutaban haciendo largas oraciones; sin embargo, no se produjeron cambios significativos en sus vidas de cara a la paz o el amor hacia el oprimido, el pobre o el extranjero. ¿Sabes por qué? Porque “no hicieron caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mat. 23:23). “El Señor Jesús mismo, cuando habitó entre los seres humanos, oraba frecuentemente” pero no como una acción contemplativa, sino “para avanzar vigorizado hacia el deber y la prueba” (ibíd., p. 138).
Para conseguir la paz, vencer el odio y enseñar a amar a nuestros hijos, hay que hacer algo más que orar, hay que vivir la paz, oponerse al odio y dar amor.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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