“Tú hiciste milagros y señales en Egipto, y aún hoy los sigues haciendo” (Jeremías 32:20).
El 6 de agosto de 1945 fue uno de los días más fatídicos de la historia de la humanidad. A las 8:45 a.m. se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima la bomba nuclear Little Boy. Todos los que vivían en un radio de cuatro kilómetros quedaron calcinados y más de ciento cuarenta mil personas perecieron a causa de la explosión. ¿Qué sucedió con los adventistas que vivían en esa ciudad?
Asako Furunaka quiso conocer la respuesta y entrevistó a los adventistas que vivieron en Hiroshima. Asako escuchó el testimonio de Hiroko Kainou, que cuando oyó la explosión cayó de rodillas y se puso a orar. Iwa Kuwamoto le contó cómo salió arrastrándose en medio de los escombros para salvar a sus hijos. Tomiko Kihara, una médico adventista que se encontraba a menos de un kilómetro de la explosión, salió ilesa y durante una semana trabajó sin descanso ayudando a las víctimas. Asako descubrió que ningún adventista murió cuando cayó la bomba. ¡Eso fue un grandioso milagro! Tras escuchar esos testimonios, Asako decidió entregar su vida a Jesús y ahora es miembro activo de la Iglesia Adventista (Adventist World, agosto 2011, pp. 18, 19). ¡El Dios que obró un milagro en Hiroshima fue el mismo que produjo el milagro del nuevo nacimiento en la vida de Asako!
Cuán diferente fue la actitud del faraón cuando vio que ninguna de las plagas que cayeron sobre Egipto perjudicó a Israel. El monarca pagano, en lugar de reconocer la bondad del Señor, endureció su corazón. La experiencia de Asako y la del faraón han quedado en el pasado, ahora lo que importa es lo que hagas tú. Es evidente que Jesús te ha protegido y te ha brindado un cuidado especial hasta aquí. ¿Acaso lo ha hecho porque eres mejor que los demás? ¡Claro que no! Como dice Jeremías: “Sé que no hemos sido destruidos porque Dios nos tiene compasión” (Lamentaciones 3:22, TLA).
El Dios que obró milagros en Egipto y en Hiroshima es el mismo que en la actualidad sigue realizando maravillas en tu favor. ¿Sabes por qué? Porque él “es siempre el mismo: en él no hay variaciones” (Santiago 1:17), y nada ni nadie hará que cambie su gran amor por ti.
Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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