La grandeza espiritual no tiene nada que ver con ser mejores que los demás; tiene todo que ver con dar lo mejor que cada uno puede dar. Henri Nouwen
¿Qué sucedió finalmente con Trevor, el amigo especial de Henri Nouwen? ¿Lo habrán dejado entrar al salón y comer con los médicos y administradores del hospital? Pues sí. Y lo que sucedió después es sumamente inspirador.
Todos estaban entusiasmados con la visita. Henri se sentó a la mesa al lado de Trevor, pero estaba tan entretenido hablando con la persona sentada a su otro lado que no se dio cuenta de que Trevor se había levantado con un vaso en la mano. “Propongo un brindis”, dijo mirando a todos los presentes. Todo el mundo hizo silencio, a la expectativa de lo que diría aquel enfermo mental. Y entonces Trevor empezó a cantar:
“Si estás feliz, tú puedes aplaudir; si estás feliz, tú puedes aplaudir; si en verdad estás contento tu sonrisa es el reflejo; si estás feliz, tú puedes aplaudir”. Aunque al principio nadie supo cómo reaccionar, al ver la cara de Trevor, resplandeciente de felicidad al lado de su amigo Henri, todos comenzaron a cantar; tímidamente al principio, pero después con gran entusiasmo. Todos cantaban bajo la dirección de Trevor. Nadie pensaba en protocolos, ni en separar a los profesionales de los enfermos… durante unos instantes todos estaban en sintonía, dando lo mejor de sí mismos.
¿Qué es lo que hace falta para que se despierte lo mejor de uno mismo? En el caso de Trevor, un enfermo mental, hizo falta el toque desinteresado y desprejuiciado de Henri; en el caso de Henri, un prestigioso escritor y profesor universitario, el toque único y definitivo del Maestro. Ese toque que le permitió descubrir su verdadera vocación y tratar a todos con la misma dignidad, independientemente de títulos, dinero o prestigio. Cada persona requiere un toque sutil y a la vez profundo para que se despierten en ella sus mejores cualidades, aún latentes. Nosotras tenemos a Dios a nuestro alcance para que él obre en nosotras el cambio con el toque de la fe, pero mucha gente depende de nuestro toque personal para desarrollar su potencial. Quizá nosotras seamos el único contacto en su camino que les permita ver una realidad que los motive a dar lo mejor de sí. ¿Qué tal si vivimos una vida enfocada en el cambio, primero el nuestro, y luego el de los demás?
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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