“No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo” (Filipenses 2:3).
El Titanic fue el barco de pasajeros más grande de su tiempo. ¿Pero qué inspiró la creación de ese majestuoso trasatlántico? A principios del siglo XX se hallaba en pleno apogeo el dinamismo comercial entre Europa y los Estados Unidos. Esto suscitó una gran demanda de viajes trasatlánticos y generó una amplia competencia entre las empresas navieras. La compañía Cunard revolucionó el mercado con sus cruceros gemelos Lusitania y Mauretania. El Lusitania tenía capacidad para dos mil doscientos pasajeros y viajaba a 46 kilómetros por hora. Sus salones y restaurantes de primera clase estaban al nivel de los hoteles más lujosos de Europa.
¿Qué hizo la White Star Line para poder competir con Cunard? ¡Creó el Titanic! El Titanic tenía capacidad para recibir más pasajeros, era más grande, más lujoso y exhibía mejores salones que el Lusitania. Tenía ascensores, salas de ocio, bibliotecas, salones para fumadores, gimnasio y piscina. Su avanzada tecnología le permitía disfrutar de gran seguridad. Su descomunal casco de acero estaba sellado por tres millones de remaches; poseía diecisiete sectores independientes el uno del otro para impedir su hundimiento en caso de que se abriera una vía por donde entrara el agua; su sistema de comunicación estaba equipado para informar cualquier eventualidad que se presentara en alta mar. Con razón se atribuye a sus constructores haber dicho que “ni Dios sería capaz de hundirlo”.
Sin embargo, el “insumergible” naufragó en las heladas aguas del Atlántico en su primera travesía. El orgullo de toda una generación quedó sumergido en lo más profundo del mar. El Titanic es un ejemplo contundente de lo que sucede cuando la gente se llena de orgullo y se olvida de su Creador. “Tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída” (Proverbios 16:18).
El Titanic solo quería competir, exhibir su grandeza, imponerse sobre los demás; por eso terminó solo, hundido. Como dijo Amado Ñervo: “Si eres orgulloso conviene que ames la soledad; los orgullosos siempre se quedan solos”. ¿Es eso lo que quieres para tu vida?
Fija en tu mente el versículo de hoy: “No hagas nada por rivalidad o por orgullo”. No sigas la ruta del Titanic.
Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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