“Ya se acerca el fin de todas las cosas” (1 Pedro 4:7).
¿Sabía Edward J. Smith, el capitán del Titanic, que corría el peligro de encontrarse con icebergs aquella fatídica noche? Sí, lo sabía. Incluso, esa noche le ordenó al sexto oficial realizar un cálculo preciso del tiempo en que se cruzarían con los témpanos. La tripulación de la nave era consciente de que existía el peligro real de colisionar con un bloque de hielo, pero nadie ordenó reducir la velocidad del barco.
Aunque el mar tenía una relativa calma, esa noche el radiotelégrafo recibió varias advertencias. A las nueve de la noche, el Mesaba envió este mensaje a la cabina del Titanic: “Vistas numerosas masas compactas de hielo y gran número de enormes icebergs, también campos de hielo. Tiempo bueno”. Parece que Jack Philips, el telegrafista del Titanic, obvió la primera parte del telegrama y se conformó con la última, “tiempo bueno”, pues nunca comunicó al puente de mando dicha notificación. Más tarde llegó otro aviso del Californian en el que decía que había tenido que detenerse porque estaba rodeado de bloques de hielo. Pero nadie le hizo caso.
A las once de la noche, la mayor parte de los pasajeros dormía plácidamente; pero a las 11:30 se oyó el fatídico anuncio: “¡Iceberg a la vista!” Ignorar los mensajes de advertencia condenó al Titanic a perecer en las frías aguas del océano.
El profeta Ezequiel escribió hace muchos años: “¡Viene el fin, el fin viene; se ha despertado contra ti; ciertamente que viene!” (Ezequiel 7:6, RV95). Por muchos años hemos escuchado este mensaje, por todas partes vemos las señales que nos advierten que el fin del mundo “está a las puertas” (Marcos 13:29); pero ¿qué actitud hemos tomado ante tales advertencias? ¿Las hemos ignorados como hicieron los tripulantes del Titanic?
No sé cuánto tiempo le queda a nuestro planeta antes de que sea destruido. Una cosa sé: el profeta dice que el fin “se ha despertado contra ti”; es decir, más que global, el fin del mundo tiene una connotación personal. Tú y yo tenemos que estar preparados para cuando ese momento llegue. ¿Cómo lo haremos? Colocando nuestra vida en las manos de Dios. ¿Cuándo? Pablo nos lo dice: “Ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación!” (2 Corintios 6:2).
Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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