martes, 24 de enero de 2017

BENDICIONES CELESTIALES

“Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído” (Isa. 65:24).

Parecía algo tan pequeño en el momento en que pasó. Pero al final del día, al reflexionar sobre lo bueno que es mi Dios, me di cuenta del milagro con el que me bendijo.
Me desperté temprano esa mañana. Salí corriendo de mi casa sin desayunar, para ver pacientes durante un día completo, dando comienzo así a seis horas sin interrupción. A las 11:30, mientras estaba viendo a un paciente, me sentí un poco mareada; mi nivel de azúcar en sangre estaba decayendo. Necesitaba de un des- oanso y algo de comida. Mi siguiente paciente, Dolores, me trajo un regalo en un pequeño tazón: ¡uvas!
Antes de que se lo hubiera pedido a mi Dios, él me había proporcionado una colación saludable, a través de Dolores. Estaba tan agradecida con ella y con Dios. I lia quería que yo comiera, mientras me comentaba lo que estaba sucediéndole. Me sentía agradecida y consentida. ¡Era justo lo que necesitaba para continuar!
Dios ha prometido suplir nuestras necesidades en cada aspecto de nuestra vida (Fil. 4:19). Por eso, no dejes de estar atenta a las pequeñas bendiciones celestiales que vienen en camino. Si las cosas te van mal económicamente, es posible que encuentres un sobre inesperado en el correo, o que tus cuentas aparezcan mejor de lo que normalmente están. Tal vez, alguien de la iglesia te invite a almorzar el sábado, lo que te ahorrará un poco de dinero en el supermercado. Si estás emocionalmente abatida, es probable que haya alguien que se sienta peor que tú. Busca a esa persona. Bendiciendo a los demás serás bendecida tú misma. ¿Estás sufriendo de una dolencia física? Dios continúa siendo el gran Médico. Él te conducirá a un médico que te dé el tratamiento correcto; o tal vez él mismo pueda curarte. Pero si sanarte no es lo que él quiere, no olvides que no te dejará afrontar ese difícil viaje sola. Reclama las promesas del Salmo 1. En lo que él decida para ti, proponte alabarlo.
Elena de White escribió estas hermosas palabras de consuelo: “Cualesquiera que sean nuestras ansiedades y pruebas, presentemos nuestro caso ante el Señor. Nuestro espíritu será fortalecido para poder resistir. Se nos abrirá el camino para librarnos de estorbos y dificultades. Cuanto más débiles e impotentes nos reconozcamos, tanto más fuertes llegaremos a ser en su fortaleza. Cuanto más pesadas nuestras cargas, más bienaventurado el descanso que hallaremos al echarlas sobre el que las puede llevar” (El Deseado de todas las gentes, cap. 34, p. 300). ¡Está atenta a esas bendiciones celestiales!  Sharon Mlchael Palmer

Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR    
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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