“El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda” (Gén. 4:4).
Un mendigo que pedía limosna vio que el rey iba a pasar por su lado. Increíble, pensó. Tantos años que llevo pidiendo limosna y nunca había visto ni de lejos a un personaje tan importante. Tengo que aprovechar la oportunidad. Y decidió pedir al rey una limosna, con la esperanza de que le diera mucho. Al fin y al cabo era el rey ¿no? La persona más rica y poderosa de todo el país.
-Su Majestad, por favor, ¿podría darme una limosna? -le preguntó el mendigo.
El rey lo miró, y respondió a su pregunta con otra pregunta:
-¿Por qué no me das algo tú a mí? ¿Acaso no soy yo tu rey?
El mendigo no sabía qué responder. Al fin y al cabo, ¿qué podría darle él, si no tenía nada de nada? O al menos, eso pensaba.
-Pero Majestad -dijo-, ¡yo no tengo nada de nada!
El rey insistió:
-Eso es imposible. Algo debes de tener. Todo el mundo tiene algo para dar. ¡Busca! Asombrado, el mendigo se puso a buscar entre sus cosas. Entonces vio que tenía una naranja, un mendrugo de pan y unos granitos de arroz. Pero en lugar de dar al rey todo lo que tenía, el mendigo pensó que el pedazo de pan y la naranja eran demasiado para darle, así que, con enojo tomó cinco granitos de arroz y se los dio. El rey exclamó: -¿¡Ves como sí tenías!?
Y le dio cinco monedas de oro, una por cada granito de arroz que él le había entregado. El mendigo, entonces, añadió:
-Su Majestad, creo que tengo otras cosas… Déjeme que se las dé, también…
Pero el rey comentó:
-Solamente de lo que me has entregado de corazón te puedo yo dar.
¿Y tú? ¿Cómo llevas tus ofrendas a Jesús? ¿Se las entregas con amor? ¿O te quedas pensando en lo que ya no te puedes gastar? Cuando vayas a dar tu ofrenda, hazlo de corazón. Jesús tendrá una manera especial de darte las gracias. Ponlo a prueba.
Tomado de lecturas devocionales para Menores 2017
¡SALTA!
Por: Patricia Navarro
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