«A quien mira con desprecio a su padre y tiene en poco la enseñanza de la madre, ¡que los cuervos del valle le saquen los ojos!, ¡que los aguiluchos se lo coman vivo!» (Proverbios 30: 17).
Creció en el seno de uno de los hogares mejor establecidos de la Biblia. Sus padres fueron una de las parejas modelo de las Escrituras. Desde niño fue objeto de múltiples manifestaciones de afecto de parte de sus progenitores; asimismo, presenció un inmejorable trato entre ellos. Esaú mostró extraordinarias habilidades para la vida campestre, especialmente la caza. Cada vez que llegaba con una presa, sus padres se llenaban de satisfacción al ver a su valiente hijo desarrollar sus destrezas.
Por si fuera poco, Esaú era el primogénito de su hogar. Eso significaba que un día sería el líder de la familia (incluyendo las responsabilidades de ser el guía espiritual de los suyos). Además, recibiría una herencia doble y sería objeto de una bendición particular de parte de su padre. Y tomando en cuenta que Isaac era un hombre muy rico, en realidad, era un chico con grandes oportunidades de progresar. No obstante, este muchacho no valoraba lo que tenía: ni a sus padres, ni su fe, ni a su familia. Incluso llegó a despreciar su derecho de primogenitura y la cambió por un plato de lentejas: «¿Y para qué me sirve la primogenitura, si estoy a punto de morir?» (Génesis 25: 32). Era el típico joven al que no le ha costado nada todo lo que tiene, que no ha sufrido para vivir cómodamente, que vive una vida de esparcimiento y diversión y rechaza rotundamente cualquier tipo de responsabilidad o compromiso.
Pero aquello que Esaú despreciaba era anhelado por alguien que estaba junto a él. Ni siquiera se dio cuenta cuando le arrebataron sus privilegios. Creyó que con un berrinche lograría sus objetivos, como si fuera un niño. Pero ahora eso no funcionaba. Ya era un hombre, aunque no quería actuar como tal. Nunca pudo recuperar lo que perdió.
¿Te has puesto a pensar en todo lo que tienes? ¿Eres consciente de tus grandes privilegios? Tal vez tienes un hogar, asistes a una escuela, una iglesia, quizás tienes a alguien que se muere por una de tus sonrisas. ¿Te parece poca cosa? ¿Lo desprecias? ¿Entiendes que hay otros jóvenes que no tienen tu misma fortuna y anhelarían tener lo que tú rechazas? ¿Te has puesto a pensar que eso que hoy valoras tan poco se puede esfumar en cualquier momento?
Es hora de asumir responsabilidades grandes en tu vida. Es tiempo de aceptar desafíos. ¡Agradece a Dios el privilegio de asumir compromisos! No los rehúyas. Es muy probable que no vuelvas a tener las mismas oportunidades. Pídele hoy a Dios que te ayude a valorar todo lo que él te ha dado.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario