-Qué hermosas historias encontramos en el libro de Números, ¿verdad? —habló la mamá dirigiéndose a los niños-. Se trata de lecciones que nosotros debemos aprender. Moisés ya era anciano. Dios le había dicho que a causa de su pecado no entraría en la tierra prometida, pero él insistió por última vez en que se le permitiera entrar, y Dios le dijo que ya no le mencionara eso, pues no podía ser. Entonces Moisés, debido al amor que le tenía al pueblo, le pidió a Dios que colocara en su lugar a un hombre que realmente lo amara también y lo condujera a Canaán. El elegido fue Josué, su más cercano asistente, quien le había acompañado en todo momento y sabía más que nadie cuánto amaba su jefe a su gente. Moisés llamó a Josué y en una celebración de dedicación con el sacerdote Eleazar, pues Aarón ya había muerto, colocó sus manos sobre él, en presencia del pueblo, que se dio cuenta de que Dios había elegido a Josué como sucesor de Moisés. Cuando Moisés faltara, debían obedecer a Josué.
-Me imagino que Moisés estaba contento porque Dios eligió a Josué —comentó Mateo.
-Creo que sí —dijo la mamá-. Había sido su más cercano colaborador después de sus hermanos, se había mantenido fiel en todo momento y Dios, que conoce los corazones, lo había elegido. ¿Recuerdan que fue uno de los doce espías que recorrieron Canaán? Fue, junto con Caleb, el único que animó al pueblo a seguir adelante confiando en Dios. Debemos ser como Josué y confiar en que Dios nos llevará a la tierra prometida.
¿Sabías qué?
El nombre «Josué» tiene el mismo origen que «Jesús».
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