-Antes de que cruzaran el río Jordán -inició la mamá—, Josué envió a dos jóvenes espías para que le trajeran información de la ciudad de Jericó. La ciudad estaba bien protegida con altos muros, y parecía que sería difícil conquistarla.
-¡Qué riesgo entrar a una ciudad desconocida como espías! —comento Susana.
-Sí, pero los dos jóvenes eran muy valientes —continuó la mamá—, por eso los escogió Josué. La instrucción era que observaran cómo era la población y cómo estaban construidos sus muros. Así que los dos jóvenes cruzaron el Jordán y al entrar a la ciudad se dieron cuenta de que la población tenía miedo de ver al pueblo de Israel del otro lado del río.
Pronto, la gente de Jericó descubrió que había espías en su tierra y empezaron a buscarlos. Entraron a la casa de Rahab preguntando por ellos, y los buscaron pero no los encontraron. Rahab, sabiendo que la vida de los jóvenes estaba en peligro, y también la de ella por protegerlos, los había escondido en la azotea y los había cubierto con unos manojos de lino que había puesto a secar. Ella misma les dio el consejo a los que los buscaban de que se apresuraran para alcanzarlos. Los jóvenes israelitas habían arriesgado su vida, pero esa mujer los había salvado, por eso le prometieron que cuando tomaran la ciudad, la salvarían a ella.
Pero ella debía colocar una señal: una cuerda roja en el muro, pues su casa se encontraba en ese lugar. Los jóvenes se fueron y se escondieron por tres días; después cruzaron el Jordán e informaron a Josué de que sería fácil conquistar Jericó. ¡Ya lo creo! Dios estaba con ellos y haría el milagro. Dios es bueno, también está con nosotros -finalizó la mamá.
Tu oración: Querido Dios, gracias porque realizas constantemente milagros en mi vida.
¿Sabías qué?
Rahab forma parte de la genealogía de Jesús.
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