viernes, 18 de mayo de 2012

SALTA SOBRE LOS PROBLEMAS


«¿Sabes cuándo dan a luz las cabras montesas? ¿Has visto parir a las hembras del venado?» (Job 39:1).

A mí me encanta ir a las Montañas Rocosas de paseo. ¡Son tan inmensas y hermosas, y están tan llenas de vida silvestre! Uno de los animales que me gusta ver son las cabras montesas. Las cabras montesas son unas cabras grandes y peludas con una barba muy larga. Cuando están en su edad adulta pueden saltar hasta casi cuatro metros de longitud. Trata de ver cuán lejos puedes saltar tú. ¿Pudiste saltar tan lejos como una cabra montesa?
Es un espectáculo único ver saltar a las cabras montesas de una roca a otra por encima de grandes espacios y peligrosos barrancos. Parecieran saber exactamenté cuán lejos y alto saltar para permanecer fuera de peligro.
Dios nos ha dado en la Biblia las historias de muchas personas. Estas incluyen todas las cosas malas y las cosas buenas que hicieron. Dios nos dio estas historias como ejemplos para que nosotros no cometamos los mismos errores que cometieron ellos.
Todos cometemos errores en la vida, pero así como la cabra montesa salta por encima de los lugares más peligrosos de las montañas, Dios quiere que nosotros evitemos la mayor cantidad de problemas que podamos la vida. 
Lee hoy la Palabra de Dios y, al igual que la cabra montesa, salta sobre los problemas que Dios te ha pedido que evites.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NUESTRA GRATITUD.


El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo. (Salmo 103:15).

He tenido la oportunidad de viajar por el sur de México.  En esa Zona es grato contemplar la hermosura de los flamboyanes. Los flamboyanes son árboles grandes que florecen durante los meses de primavera y verano.  Sus llamativas flores ofrecen un espectáculo sin igual al viajero.  Si pasamos por debajo de uno de dichos árboles cuando las flores comienzan a caer, nos parecerá que estamos bajo una lluvia de pétalos y flores. Esto nos invita a reflexionar en lo frágil que es la vida del ser humano. El salmista dijo: «Como la hierba son sus días, florece como la flor del campo». Nuestra juventud también pasará, por lo que debemos aprovechar cada día con el fin de «florecer».
Recuerda que así como las flores caen en su momento, un día nuestra vida también terminará. Mientras eso no suceda, mostremos gratitud al Señor por los años que nos ha dado; por la salud; por la familia; por el trabajo; por nuestro hogar y por los bienes que nos concede.  Asimismo por nuestros hijos, en caso de que los tengamos, e incluso por nuestros amigos.
Nuestra vida puede florecer como una bella flor del campo y con su aroma convertirse en un suave olor de vida para vida. Igualmente la belleza de nuestro carácter podría ser una inspiración para los demás. Con un espíritu amoroso podemos ejecutar los deberes más humildes de la vida como para el Señor» (Col. 3:23). Si tenemos el amor de Dios en nuestro corazón, se manifestará en nuestra vida el suave perfume de Cristo y nuestra influencia inspirará y beneficiará a otros.
Hermana, cuando Jesús venga tendremos que rendir cuentas por todo talento y don que él nos concedió. Aunque te encuentres muy ocupada en los afanes de este mundo, te invito a que te prepares desde hoy. Si acaso deseas florecer en la  patria celestial, debes empezar a hacerlo hoy mismo.
Hoy es un nuevo día. Contempla los árboles, las flores No olvides que como la hierba son los días del hombre que «es como la flor del campo».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yolanda Fernández De Gómez

DE FRENTE Y SIN RODEOS - 1


Señor muéstrame tus caminos; guíame por tus senderos. Salmo 25:4

He participado en muchos programas donde los jóvenes preguntan. Sin exagerar, puedo decir que hay dos preguntas que siempre salen a relucir: La primera: «¿Qué hay de malo en los noviazgos con una persona que no comparte tus mismas creencias religiosas?». La otra: «¿Qué hay de malo en ir al cine?». Hablemos hoy de la primera; mañana, de la segunda.
Por lo general, el joven que pregunta qué hay de malo en un noviazgo mixto justifica su inquietud con alguno de los siguientes argumentos:

  • «Noviazgo no es lo mismo que matrimonio»
  • «En mi iglesia no hay suficientes jóvenes de mi edad»
  • «No es adventista, pero es cristiano o cristiana»
  • «Es una buena persona y no se opone a mis principios religiosos»
  • «¡Trataré de ganarlo o ganarla para Cristo!»

El problema con tener un novio o una novia que no sea de tu misma fe es, sencillamente, que en su Palabra, Dios prohíbe estas relaciones (ver 2 Cor. 6:14). No hay armonía entre la luz y las tinieblas. Cuando Jesús nos dice que tenemos que buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, lo que nos está diciendo es que Dios tiene que ocupar el lugar central en todos los aspectos de nuestra vida.
Por otra parte, la Biblia nos exhorta a hacer todas las cosas para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31). Pero ¿glorifica a Dios el joven que une sus intereses a los de una persona que no comparte sus creencias más profundas?
No tengo que ser adivino para saber que tú sueñas con un hogar donde Dios sea el centro, con un cónyuge que ore y estudie la Biblia contigo. Sueñas con alguien que comparta tus creencias religiosas, que asista contigo a la misma iglesia y que te apoye al instruir a tus hijos en los caminos de Dios. Sin embargo, ¿cuáles son las posibilidades de que estos sueños se hagan realidad al lado de un cónyuge incrédulo? ¿O al lado de una persona con ideas religiosas diferentes a las tuyas?
Dios merece el primer lugar en tu vida, incluyendo tu noviazgo y tu matrimonio.  Dale a Dios el lugar de honor y él te honrará colocando en tu camino a la persona idónea que te acompañará el resto de tu vida.
Padre celestial, quiero honrarte con mi noviazgo y matrimonio. Ayúdame a lograrlo

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DE LO PEQUEÑO SALE LO GRANDE


«Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pedid todo lo que queráis y os será hecho» (Juan 15:7).

Cuando mi esposa todavía era adolescente, alguien le regaló un broche con un grano de mostaza encerrado en una cápsula de cristal. Ya no lo utiliza, pero sigue guardándolo dentro de un estuche, con otros recuerdos. Cada vez que lo veo, recuerdo la parábola que Jesús narró para explicar la diferencia entre su reino y los del mundo.
«Es tan pequeño como un grano de mostaza». Era una expresión muy común que en la época de Cristo se utilizaba para describir algo muy pequeño pero con un gran potencial. Hablando de cosas pequeñas, los fariseos estaban satisfechos de que muy pocos judíos reconociesen a Jesús como el Mesías. Antes que él, otros «cristos» y profetas habían pasado sin pena ni gloria y esperaban que ese también fuera su caso.
La lección de la parábola no era que la mostaza es la semilla más pequeña del mundo. Tampoco enseñaba Jesús que su árbol es el mayor de todos. Jesús no hablaba en términos de agricultura. Aunque pequeña, la semilla de mostaza no lo es más que una de zanahoria. Y, si lo comparamos con un roble o un cedro, el árbol de la mostaza no es especialmente alto; en realidad, no se trata de un árbol, sino de un arbusto.
Jesús ponía en contraste los principios de su estilo de vida con los principios del mundo. Son tan distintos que no había ningún reino temporal que le fuera útil, por lo que acudió a la naturaleza y se valió de la ilustración de una semilla. Como en el entorno los arbustos de mostaza eran habituales, al verlos, la gente podía recordar la lección.
Muchos de los enemigos de Cristo pensaban que el joven Maestro y sus discípulos acabarían cayendo en el olvido. Poco imaginaban que el mensaje que escuchaban se predicaría con poder, que por el Espíritu Santo en un día se convertirían miles y que antes del regreso de Jesús el evangelio llegaría a todos los rincones del mundo.
De las pequeñas bendiciones salen las grandes. Quizá a veces sienta que su vida espiritual es pequeña y carece de importancia para los demás; pero, al igual que la semilla de mostaza, Dios hará que crezca.
Señor, no tendré miedo de ser tan solo un grano de mostaza. Basado en Mateo 13:31,32.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

jueves, 17 de mayo de 2012

RESBALADIZO COMO EL HIELO


«¿Quién es la madre [...] de la escarcha? ¿Quién vuelve el agua dura como la piedra y congela la superficie del océano?» (Job 38:29,30).

¿En qué momento el agua está dura como una piedra? Cuando está congelada, por supuesto. Quitémonos hoy nuestras botas y pongámonos los patines de hielo. Mete tus pies en ellos, amárralos y levántate con cuidado. Muy bien, ya estás parado sobre el hielo con tus patines. Ahora impúlsate. ¡Bien! Ya estás deslizándote sobre el hielo.
¿Te has fijado que el hielo es más resbaladizo cuando tiene agua por encima? Si te deslizas por el hielo y este tiene agua en la superficie avanzas más rápido. De hecho, eso es lo que pasa cuando patinas. Cuando la hoja del patín se desliza en el hielo, lo fricciona y lo derrite. Puedes patinar de manera suave y rápida porque en realidad te estás deslizando sobre una capa de agua.
El Espíritu Santo también tiene el poder de derretir A veces el corazón de las personas puede tornarse frío como el hielo. Tal vez han sido heridos por alguien y su corazón se ha endurecido. Pero el Espíritu Santo puede «deslizarse» a través de un corazón frío y derretirlo.
El Espíritu Santo puede usarte con ese mismo propósito. ¿Conoces a alguien que tenga un corazón endurecido como el hielo? Pídele al Espíritu Santo que llene tu vida de bondad y que te ayude hoy derretir una buena cantidad de hielo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DANDO GRACIAS POR TODO


Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18).

La mente influye en la salud mucho más de lo que imaginamos. Los pensamientos negativos pueden afectar la salud tísica, mental y espiritual.  En cambio, la esperanza, la fe, la simpatía, el gozo y el amor, fomentan la salud y alargan la vida. Por lo tanto, mantenernos de buen ánimo constituye una excelente medicina.
El Salmo 100 bosqueja importantes remedios para enfrentar la vida y mejorar nuestra salud física y espiritual «Cantad alegres [...] venid con regocijo [...] con acción de gracias».
Agradecimiento. La gratitud es una expresión de reconocimiento al Señor por las bendiciones que nos concede. Una persona agradecida a Dios no cae en la trampa de la murmuración y las quejas. La ingratitud no es un mal exclusivo de nuestra época, ya que de los diez leprosos sanados por Jesús, solamente uno regresó a darle las gracias.
Recuerda que los problemas de la vida nos estimulan a que nos acerquemos al Señor y nos humillemos ante su presencia. Aunque Dios no se goza en vernos sufrir, a veces es la única forma que tiene de llamar nuestra atención.
Gozo. En 1 Tesalonicenses 5:16 se nos dice que siempre debemos estar gozosas. El gozo es un fruto del Espíritu Santo, por lo tanto, no es opcional ni puede estar sujeto a altas y bajas de índole emocional. El gozo verdadero no mengua en medio de las pruebas más difíciles, y se lo considera el resultado de una fe auténtica (ver 1 Ped. 1:8). El gozo aclara nuestro entendimiento trente a las tinieblas del pecado y es una consecuencia del perdón divino.
Alabanza. La alabanza es la manifestación audible de la adoración. Coloca a Dios en un plano prioritario y es una expresión de fe y una declaración de victoria. Afirma nuestra creencia de que Dios está con nosotros y controla nuestras vidas. A Dios le agrada recibir la alabanza de su pueblo, y nuestra tarea más importante debe ser exaltarlo sobre todo lo demás.
Querida hermana, no olvides la recomendación de la Palabra: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

A ESO NO LO LLAMES FRACASO


Si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza. Proverbios 24:10, NVI

Muy pocos dudan en calificar a Tomás Alva Edison como el mayor inventor de todos los tiempos. Se calcula que patentó más de mil inventos, entre los cuales destacan el bombillo eléctrico y el fonógrafo («antepasado» de los modernos equipos de sonido). Su contribución también fue significativa en el desarrollo del sistema telefónico, las películas con movimiento, la máquina de escribir y otros importantes inventos que dieron al mundo el perfil tecnológico que hoy posee.
¿Cómo pudo Edison lograr tanto? Porque nunca se desanimó ante el fracaso. Se cuenta que después de intentar miles de veces de crear el bombillo incandescente, un amigo trató de consolarlo. La respuesta de Edison fue inmediata.
—Yo no he fracasado. ¡Ya sé de diez mil procedimientos que no funcionan!
Lo más curioso de Edison es que, cuando apenas tenía ocho años, su maestro de la escuela lo llamó «un alumno improductivo». Ese día Edison regresó a su casa llorando. Cuando su madre se enteró de lo ocurrido, de inmediato fue a la escuela y le dijo al maestro que no sabía lo que estaba diciendo. Edison nunca olvidó esa experiencia. En ese instante, se propuso demostrar que su madre no estaba equivocada. Si algo nos enseña la experiencia de ese «alumno improductivo» es la importancia de adoptar la actitud correcta ante el fracaso. Porque fracasar no significa necesariamente que dejes de alcanzar una meta. Significa, sencillamente, que algo no funcionó. O que no perseveraste lo suficiente para lograrla. Por lo tanto, si últimamente has «fracasado», las siguientes palabras de un escritor anónimo te pueden ayudar:
«A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de tomar un camino y tener que abandonarlo, de sufrir el dolor y tener que soportarlo; a eso no le llames adversidad, llámale sabiduría. A eso de fijarte una meta y tener que cambiarla por otra; de huir de una prueba y tener que enfrentar otra; de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar; a eso no le llames fracaso, llámale aprendizaje» (Revista adventista, ed. sudamericana, noviembre de 2001, p. 9).
Dicho de otra manera...
«FRACASA EL QUE DEJA DE LUCHAR».

Ayúdame, Señor, a aprender de mis errores; y a perseverar para lograr mis objetivos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DIOS ES EL JUEZ


«Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.  Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno» (Salmo 139: 23-24).

La parábola de la cizaña encierra dos grandes lecciones. Una es que, excepto en caso de que el pecado sea abierto y persistente, los miembros de la iglesia no tienen que juzgar el carácter y los motivos de los que creen que son indignos. Jesús conoce nuestra naturaleza demasiado bien como para confiarnos esa tarea porque es seguro que cometeremos errores.
Pero hay otra lección, de extraordinaria tolerancia y tierno amor. Esta parábola ilustra el trato que Dios dispensa a los seres humanos y a los ángeles. Dios fue muy paciente con Satanás y no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho, los demás ángeles no habrían entendido la justicia y el amor de Dios. A lo largo de los siglos, Dios ha permitido que Satanás vaya adelante con su obra de iniquidad. El Calvario disipó todas las dudas que los ángeles pudieran abrigar todavía al respecto del carácter de Satanás.
El mundo no tiene derecho a juzgar al cristianismo porque en la iglesia haya miembros indignos; y los cristianos tampoco debieran desalentarse a causa de esos falsos hermanos. Si Jesús fue paciente con Judas, el traidor, ¿no deberíamos sus seguidores ser igual de pacientes con aquellos que viven debatiéndose con el pecado? En la iglesia habrá malas hierbas hasta que se dicte la sentencia.
¿Entonces por qué sembrar los campos con buena semilla, si al enemigo se le permite contaminarla con cizaña? Porque esa es la naturaleza de Dios.  El siembra para cosechar. Y esa tiene que ser, también, nuestra naturaleza.
Cierta mañana, un hombre se encontraba meditando bajo un árbol que extendía sus raíces hacia la orilla del río. Mientras meditaba, se dio cuenta de que el río crecía y estaba a punto de ahogar a un escorpión que había quedado atrapado entre ellas. Se arrastró por las raíces hasta llegar al lugar donde se encontraba el escorpión para liberarlo; pero, cada vez que lo intentaba, el animal lo aguijoneaba. Alguien que observaba la escena dijo al hombre:
—¿No ve que es un escorpión y que su naturaleza lo empuja a aguijonear? El hombre respondió:
—No se lo discuto, pero la mía me empuja a querer salvarlo. ¿Por qué voy yo a cambiar mi naturaleza si él no va a cambiar la suya?
Señor, siembra la semilla del amor y la paciencia en mi corazón. Basado en Mateo 13: 24-30

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill