viernes, 9 de marzo de 2012

UN CARÁCTER SÓLIDO

El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad (Romanos 8:26).

Como cristianos nos toca desarrollar, enriquecer y mejorar nuestro carácter. Lamentablemente vivimos en una sociedad en la que el tiempo es un factor limitante para algunos. La mayor parte del mismo se emplea en las tareas del hogar, en la escuela, en el trabajo, con los amigos o en mejorar la apariencia personal. Y no digo que nada de eso sea malo, el problema es que dichas actividades llegan a ocupar el lugar más importante de nuestras vidas.
Elena G. de White afirma que «el carácter es el único tesoro que llevaremos al mundo venidero» (Reflejemos a Jesús p. 290). La formación del carácter se logra mediante un esfuerzo perseverante e incansable. Recordemos que lo que pensamos influye en nuestros sentimientos, y que estos luego nos llevarán a actuar en determinada forma. Por su parte, las acciones que se repiten tienden a convertirse en hábitos y un conjunto de ellos es lo que determina el carácter.
La tristeza, los problemas, el desánimo, la crítica, la ira, el orgullo, el egoísmo, la codicia, ingerir alimentos chatarra, acudir a lugares inapropiados, leer y escuchar cosas obscenas, todo ello tiene un efecto negativo sobre nosotros. No podemos engañarnos: lo que pensamos, vemos, comemos y hacemos es lo que somos y lo que definitivamente vamos a exteriorizar.
A todos nos incumbe cultivar el buen ánimo en vez de rumiar nuestros defectos, dificultades, tristezas y fracasos. «Nadie diga "no puedo remediar mis defectos de carácter". Si llegas a esta conclusión, dejaréis ciertamente de obtener la vida eterna». «Pueden existir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser verdaderamente discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina lo transforma y santifica» (Reflejemos a Jesús, pp. 291, 86).
Amiga, afortunadamente la ayuda está a nuestro alcance. Dios promete que nos ayudará en nuestra debilidad. Pidamos el socorro divino y plantemos buenas semillas en nuestra mente mediante el hábito de la lectura de la Palabra de Dios y la oración. Únicamente así podremos obrar con poder y sabiduría.
Amado Padre, permite que pueda tener un carácter sólido, lomudo a la semejanza divina.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lorena Reyes

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