«Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Salmo 143:10).
El aeropuerto de Atlanta, Georgia, es el más transitado del mundo. Es también la base de operaciones de al menos una de las mayores compañías aéreas del planeta. Por ese aeropuerto pasan cada día más de 240,000 personas de camino a casi todos los destinos de la tierra.
Es imposible no fijarse en cuánta gente trabaja allí. Los hay que limpian el piso, otros vacían las papeleras y aún otros que se pasan el día limpiando los baños.
Hay empleados que se llevan la basura que depositamos en los contenedores que ponemos delante de nuestras casas. Llueva, nieve o haga sol, ellos cumplen fielmente su tarea. Todas esas personas que trabajan limpiando los baños del aeropuerto o llevándose la basura trabajan para poder mantener a sus familias. Su trabajo es humilde, pero importante.
Hace años leí una ilustración sobre la importancia de hacer la voluntad de Dios, sea la que sea. Se trataba de dos ángeles que habían sido llamados ante el Todopoderoso, a uno de los cuales se le había pedido que viniera a la tierra y gobernara la más poderosa nación y al otro se le pidió que bajara y fuera a la aldea más pobre y trabajara en el basurero. Ambos ángeles eran felices porque su mayor gozo era hacer la voluntad de su Padre.
Cada vez que pienso en este ejemplo, me emociono. Hace que recuerde las palabras de Jesús: «El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo, porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla enaltecido» (Mat. 23:11-12).
Hacemos todo lo posible para que nuestros hijos reciban la mejor educación posible y no tengan que limpiar suelos o recoger basura. Además, queremos que se formen para dar lo mejor de sí mismos. Con todo, no debemos olvidar que hay algo aún más importante que nuestro trabajo — de basurero u oficinista, da lo mismo —: se trata de hacer la voluntad de Dios. Nuestro mayor gozo radica, no en hacer propia voluntad, sino la suya. (Basado en Mateo 6:10)
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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