viernes, 20 de abril de 2012

EL BILLETE ARRUGADO


Nosotros somos ciudadanos del cielo. Filipenses 3:20

Si se te pidiera que escogieras un objeto con características similares a tu personalidad, ¿cuál escogerías?
Esta fue la pregunta que una profesora hizo a sus alumnos al dirigir una dinámica de grupos. «Debes describir un objeto —dijo a la clase— que posea características  parecidas a tu persona; y decir por qué ese objeto se parece a ti».
La profesora Amy Smith relata lo que sucedió en su clase ese día. Dice ella que la actividad se desarrolló normalmente hasta que le llegó el turno a Joana. Cuando Joana hablaba, todo mundo escuchaba. Tenía solo catorce años de edad, pero conocía bien el mundo de los adultos, incluyendo lo que significa un aborto.
Entonces Joana sacó de su bolsillo un billete de un dólar, arrugado y desgastado.  Lo exhibió ante la clase y dijo: «Mi vida es como la de este billete. Puedo ir a muchos lugares. Le gusto a todo el mundo. La gente me manosea y soy popular, exactamente como este billete».
Ahora le tocaba a sus compañeros reaccionar. Pero nadie se atrevió a hablar. Entonces se puso de pie un jovencito. Mirando fijamente a Joana, le dijo:
—Me da mucha pena que te consideres barata y manoseada, como ese billete.
Acto seguido, metió la mano en su bolsillo, sacó cuatro monedas, cada una de 25 centavos, y las entregó a Joana, a cambio del billete arrugado. Luego, mostrándole el billete, añadió:
—Al igual que este billete, tú también puedes cambiar. Eres valiosa, Joana. Todo depende de cómo tú te consideres.
Mientras el jovencito regresaba a su asiento, se escucharon los aplausos de los compañeros de clase. ¿Y Joana? Allí permaneció por unos instantes, mientras no podía evitar que las lágrimas le corrieron por las mejillas.
Cuenta la profesora que Joana no fue la misma después de escuchar esas palabras. Su concepto de sí misma cambió notablemente y hasta se relación mejor con sus compañeros (Women of Spirit | Mujeres de espíritu], noviembre-diciembre de 2004, pp. 6,7).
Y tú, ¿qué concepto tienes de ti mismo? Nunca pierdas de vista que tu Padre celestial es el Rey del universo. Tampoco permitas que nadie te robe tu dignidad porque eres un príncipe, una princesa, para Dios.
Gracias, Dios, porque soy un príncipe, una princesa, en la familia real de Jesucristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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