Estad quietos y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre, las naciones; enaltecido seré en la tierra (Salmo 46:10).
En algunas ocasiones la fe del cristiano puede ser probada y sacudida por el fuego de la aflicción. Créeme que a veces ese fuego puede ser real, en forma de fiebre causada por alguna enfermedad, o de dolor, originado por la soledad y la falta de recursos.
Me sentí muy enferma y desanimada después de que mi hermano se marchara de mi habitación. Él también se había ido muy triste, ya que tampoco tenía dinero para comprarme los medicamentos que necesitaba. Sin embargo, no me quedé sola. Después de que él se marchara un arrodillé en mi pequeña pieza y clamé a mi Señor. Reclame la promesa que está en el Salmo 27:10, donde Dios me asegura que aunque mi padre y mi madre me dejen, él se acordará de mí. Me acosté confiada, aunque no pude conciliar el sueño por falta de alimentos y por la alta fiebre que me aquejaba.
Una pareja de jóvenes esposos de mi iglesia, para quienes yo había trabajado, me trajeron pan, leche, y otros alimentos, así como algo de dinero. Me dijeron que me habían extrañado en la iglesia. Me prepararon algo de comida y me cantaron algunos himnos. De inmediato mi estado de ánimo cambió por completo, al igual que mi salud. Me sentí agradecida a Dios y a mis hermanos en Cristo. Aunque mi fe fue probada no dudé, sino que confié en que un salvador no me dejaría sola y que jamás me desampararía. De la misma manera, Jesús se interesa por tus problemas. Únicamente necesitas creer al pedirle que intervenga en tu vida.
«Los ignorantes han de ser instruidos; los desanimados han de ser reanimados; los enfermos han de ser restaurados. La voz humana debe tomar parte en la obra de Dios. Palabras de ternura, simpatía y amor han de testificar de la verdad. Oraciones cordiales y sinceras han de acercar a los ángeles. El Señor os dará el éxito en esta labor; ella está entretejida con la vida diaria, cuando se vive y se practica» (El ministerio de la bondad, p. 36).
Hermana mía, renueva cada mañana tu fe, colocando en las manos del Señor tus proyectos y dificultades. ¡Comparte hoy con alguien las cosas maravillosas que él ha hecho por ti!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Miriam Quevedo Perea
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