domingo, 8 de abril de 2012

NUNCA SE QUEJÓ


¡Gloria para siempre a nuestro Dios y Padre! Amén. Filipenses 4: 20

Fanny tenía buenas razones para quejarse de la vida. Cuando era bebé, con apenas seis semanas de vida, contrajo una infección en los ojos que un médico incompetente no supo tratar y que la dejó ciega de por vida. Tiempo después, cuando tenía un año, su padre murió, y su madre era tan pobre que tuvo que dejarla en manos de su abuela para que pudiera recibir una educación.
A pesar de todo, Fanny nunca se quejó, excepto de las matemáticas. «No me gusta odiar —escribió una vez— aunque tenga buenas razones para hacerlo. Pero he descubierto que soy muy buena para detestar todo lo que tiene que ver con números» (John Woodbridge, ed. More than Conquerors [Más que vencedores], p. 109). Por eso escribió, en forma de poema: «Las detesto, me enferman, son tan antipáticas; me refiero, sin dudas, ¡a esas matemáticas!».
Sin embargo, con la misma intensidad que detestaba las matemáticas, Fanny amaba la poesía. Tanto era así que sus profesores la amonestaban porque sus poemas la distraían del cumplimiento de sus deberes escolares. Animada, sin embargo, por el secretario de la institución escolar, continuó escribiendo poemas. ¡Y quién lo iba a imaginar! Ese secretario, Grover Cleveland, posteriormente llegaría a ser presidente de los Estados Unidos. Y esa jovencita a quien él había animado a seguir escribiendo poemas llegó a convertirse en la mayor y más reconocida compositora cristiana de himnos. Se calcula que durante su vida Fanny Crosby escribió... ¡más de nueve mil himnos!
Si buscas en el Himnario adventista, encontrarás algunos de esos himnos: «A Dios sea gloria», «Tuyo soy, Jesús», «En Jesucristo, mártir de paz», «Salvo en los tiernos brazos», «Ama a tus prójimos», y muchos otros.
¿Cómo logró tanto a pesar de ser ciega? En primer lugar, gracias al amor que sentía por su Salvador. Fanny nunca escribía un himno sin antes pedirle al Salvador que fuera su fuente de inspiración. Y lo que es más importante, no permitió que la ceguera fuera un obstáculo para su desarrollo personal.
¿Tienes alguna limitación física? ¿Algún impedimento? Te desafío a que no te quejes por los talentos que no tienes y uses los que tienes, sean pocos o muchos, para la gloria de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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