lunes, 18 de junio de 2012

LA SEGUNDA MILLA


Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. (Mateo 25:40).

Las mujeres hemos sido llamadas a un ministerio singular: nutrir, proteger y mantener unida a la familia. Se trata de una obra muy especial.
Imagina que vas al mercado de la esquina y le pides al tendero que te venda seis manzanas. Sin embargo, él coloca en la bolsa doce. Seguramente le dirías que única mente has pedido seis; pero imagina que él te aclara que te dará doce por el precio de seis. ¿Cómo reaccionarías?
Un principio de «mercadeo cristiano» es dar más de lo que alguien pide o merece. Si recibimos exactamente lo que hemos pagado, dicha transacción equivale a un intercambio, no tiene nada fuera de lo normal. No obstante, ¡qué sorpresa es recibir más de lo que esperábamos! Lo mejor de todo es la excelente publicidad que representa un cliente satisfecho: «¡Compren sus frutas en el mercado de la esquina porque allí encontrarán grandes ofertas!». ¿Pero qué ocurriría si en lugar de seis manzanas el tendero colocara cuatro manzanas pequeñitas en la bolsa? Con toda seguridad le reclamarías por haberte dado menos de lo que esperabas recibir. ¡Qué decepcionante es sentirnos engañados! ¡Qué chasco tan grande descubrir que alguien no cumple con lo prometido! Lo peor es que una mala acción se da a conocer con más rapidez que una buena.
El nuevo creyente no nace como un cristiano maduro y bien desarrollado. Al principio demuestra la inexperiencia espiritual y la inmadurez de la infancia, pero como hijo de Dios tendrá el privilegio y la oportunidad de crecer hasta la estatura plena de Cristo. ¿Qué sucedería si además de un sólido programa de evangelismo la iglesia contara con un grupo de mujeres que se mantuvieran ocupadas en nutrir, proteger y amar a la familia de Dios? Si alimentáramos a los nuevos creyentes tendríamos un índice de retención de miembros mucho más elevado.
Nuestro mayor problema no es tanto de índole doctrinal, sino de relaciones. ¿Has pensado que el don del servicio es una gracia que recibimos de parte de Cristo? «De gracia recibisteis, dad de gracia» (Mat. 10:8). ¡Contemplemos a Jesús en cada alma que nos rodea! Caminemos la segunda milla todas las veces que sea necesario.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

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