«El que está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).
Imagine el torrente de emociones que María debió sentir cuando fue a comprar tan caro perfume. Allí estaba, dispuesta a comprar el más caro que sus recursos le permitieran para ungir el cuerpo de Jesús después de su muerte. No lo entendía, pero creía lo que el Señor dijo.
Todos en Betania conocían a María. La habían visto crecer, a ella y a su hermana Marta y su hermano Lázaro. Sabían que los niños eran familiares de Simón, un fariseo prominente y que María parecía ser la preferida de Simón. Se apercibieron de las diferencias que había entre las hermanas. Marta era resuelta, responsable y fiel. María, en cambio, parecía temperamental, frívola e irresponsable. Parece ser que, cuando se convirtió en mujer, María decidió ganarse la vida con prácticas inmorales.
Sin embargo, en su corazón, María detestaba su forma de vida y ansiaba cambiarla. Las enseñanzas de Jesús que escuchaba de vez en cuando empezaron a transformarla. Con el tiempo, un día a confesó sus pecados a Jesús quien la sanó, la transformó y le dio un corazón nuevo.
Pero los habitantes de Betania no reconocieron de inmediato el corazón renovado de María. Ya me la imagino acercándose al vendedor de ungüentos y a este pensando que compraba el perfume para ser más atractiva para sus clientes. ¡Qué reputación la suya!
Me pregunto cómo se enfrentaría día tras día a las miradas y a las murmuraciones de los aldeanos: «Miren, por ahí viene María, la hermana de los buenos de Marta y Lázaro. Ah, pero hoy tiene un aspecto distinto, más limpio y dulce. Me pregunto por qué vivirá en casa con sus hermanos. No veo por qué Lázaro y Marta tendrían que aceptarla de vuelta... ¿Estará enferma? Claro, con la vida que lleva... no sería extraño. Pero no se comporta igual... Hasta se viste con más modestia. ¡Si hasta dicen que cada semana va a la sinagoga!».
María buscó en su bolsa y sacó todo el dinero que había ahorrado. Después de eso, no le quedaría mucho; pero eso no importaba. Hacía lo que tenía que hacer. Compró el mejor perfume. No se gastaba el dinero para sí misma, sino para Otro. ¡Vaya un cambio se había operado en ella! Era una nueva criatura, totalmente diferente. Tenía un corazón nuevo. Basado en Mateo 26: 6-13
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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