miércoles, 10 de octubre de 2012

ENSEÑANZA Y EJEMPLO


Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.  Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.  Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.  Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.  Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.  Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. (Marcos 4:3-9).

Cuando me acerqué a él, extendió su mano y me dijo: «¡Dame dinero para comprar cigarrillos!», mientras en su mirada se observaba el desvarío de los que han perdido la razón.
David siempre fue un niño callado, pero de esos que tiran la piedra y esconden la mano. Yo fui su maestra de segundo grado. Cuando lo veía sentado en el aula distaba de imaginar que llegaría a ser drogadicto. El efecto de las drogas consumidas desde temprana edad había destruido parte de su cerebro y lo había sumido en un estado de demencia.
Aquella tarde fui con su mamá a visitarlo al hospital psiquiátrico. No me reconoció, pero sí extendió la mano para pedirme dinero para satisfacer su deseo de fumar. Me sentí inmensamente triste y me remonté a aquel salón de clases. Me pareció ver a David y a cada uno de sus compañeros, aunque ya de eso habían transcurrido muchos años. Casi todos pasaron a la universidad, eran jóvenes activos en la iglesia y comprendí que no siempre la semilla que sembramos cae en buen terreno. Pero me consuela que de aquel grupo quedaba un remanente que tenía altos ideales, y me dije con tristeza: «Yo fui maestra de todos ellos».
Hoy es un nuevo día. Ayer ya se fue. Gracias a Dios que siempre es así. Cada día que el Señor nos da es una nueva oportunidad que podemos aprovechar. Sé una bendición donde estés: en el aula como maestra, en tu casa, en la oficina, no te canses de sembrar porque recuerda que «he aquí, el sembrador salió a sembrar [...] otra parte cayó entre espinos; los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto [...] el que tiene oídos para oír oiga».
Señor, ¡ayúdanos a educar y a redimir! Aceptamos tu sabiduría y tu poder para amoldar el carácter de nuestros hijos y alumnos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Guillermina de Hernández

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