Por la rebeldía de nuestro pueblo, su ejército echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio diario. En fin, ese cuerno hizo y deshizo (Daniel 8:12).
Cuando uno analiza las cosas a la luz de la Palabra de Dios, comprende que en el mundo hay una conspiración contra la verdad. Es evidente que la conspiración contra la verdad en las cuestiones espirituales es alarmante. Pero también podríamos decir que hay una conspiración contra la verdad en todas las manifestaciones de la realidad. Por ejemplo, la naturaleza ha sido objeto de las más profundas reflexiones de parte de brillantes pensadores. Nada hay más cercano y terrible que la naturaleza para los seres humanos desde el principio de los tiempos.
La verdad con respecto a la naturaleza también fue echada por tierra. Durante mucho tiempo los antiguos pobladores del planeta creyeron que la Tierra era plana y que era el centro del universo. Los universos de Eudoxo, Aristóteles y Ptolomeo eran pequeños. Creían que los objetos celestes eran de escaso tamaño y estaban al alcance de la mano. Heráclito y Lucrecio pensaban que el Sol tenía más o menos el tamaño de un escudo, y Anaxágoras, el atomista, fue desterrado por impiedad cuando conjeturó que el astro rey podía ser mayor que el Peloponeso.
Los griegos tenían muchas ideas erróneas porque desconocían el concepto de fuerza gravitatoria y muchas leyes físicas que no se descubrieron hasta los días de Isaac Newton. Pero lo asombroso no es que los griegos percibieran el universo en términos geométricos, pues tenían una comprensión aún limitada de la física y la astronomía. Lo asombroso es que no todos lo concibieran así.
La gran excepción fue Aristarco de Samos, que creía en una cosmología heliocéntrica y se adelantó a Nicolás Copérnico unos 1,700 años. Se sabe que, si bien sus métodos eran correctos, sus cálculos cuantitativamente no lo fueron. Como dice el profesor Timothy Ferris en su libro La aventura del universo: «Si el mundo lo hubiese escuchado, hoy hablaríamos de una revolución aristarquiana en vez de una revolución copernicana en la ciencia, y la cosmología habría podido ahorrarse un milenio de errores. En cambio, la obra de Aristarco fue casi olvidada; el babilonio Seleuco defendió el sistema de Aristarco un siglo más tarde, pero parece haber estado solo en su entusiasmo por él. Luego llegó el triunfo del universo contraído y geocéntrico de Ptolomeo, y el mundo se detuvo» (3a ed., Barcelona: Crítica, 2009, p. 39).
¿Por qué no escuchó el mundo a Aristarco? Su libro se perdió y lo conocemos solamente porque Arquímedes lo mencionó y lo defendió en el año 212 a. C.
La verdadera ciencia siempre nos conducirá hacia el Dios de la naturaleza. Respeta a Dios, su verdad y su pueblo. Pero también respeta la verdad de la naturaleza. No olvides que hay una conspiración contra la verdad.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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