Sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Mateo 6:20, 21.
¿Qué comeré?, ¿qué beberé? y ¿cómo me vestiré?, son las preguntas que ocupan la mente de hombres y mujeres, a la vez que la eternidad no forma parte de sus pensamientos. Hay algunos que no acuden al Señor Jesucristo como la única esperanza del mundo... Aquellos por los cuales él murió se concentran en proveer para sí cosas temporales que no se requieren. A la misma vez descuidan la preparación del carácter que los haría idóneos para una morada en las mansiones que él [Jesús] compró para ellos a un precio infinito...
Cuando las cosas temporales absorben la mente y ocupan la atención, toda la fuerza del individuo se empeña en el servicio del hombre, y las personas consideran la adoración que se le debe a Dios como un asunto trivial. Los intereses religiosos quedan supeditados al mundo. Pero Jesús, que ha pagado el rescate por las almas de la familia humana, requiere que los seres humanos subordinen los intereses temporales a los intereses eternos. El quisiera que cesaran de acumular tesoros terrenales, de gastar dinero en lujos, y de rodearse de las cosas que no necesitan...
Al escoger la acumulación de un tesoro en el cielo, nuestros caracteres serán moldeados según la semejanza de Cristo. El mundo verá que nuestras esperanzas y planes se llevan a cabo teniendo en mente el progreso de la verdad y la salvación de las almas que perecen...
Al procurar un tesoro en el cielo, nos colocamos en una relación viviente con Dios, el dueño de todos los tesoros de la tierra, y quien suple todas las necesidades temporales esenciales para la vida. Cada alma puede obtener la herencia eterna... La más elevada sabiduría consiste en vivir de tal manera que se asegure la vida eterna. Esto puede lograrse al no vivir en el mundo para nosotros sino para Dios, al transferir nuestra propiedad a un mundo donde jamás perecerá. Al utilizar nuestra propiedad para avanzar la causa de Dios, nuestras riquezas inciertas son colocadas en un banco que no falla... Cada sacrificio hecho con el propósito de bendecir a otros, cada apropiación de medios para el servicio de Dios, será tesoro colocado en el cielo.— Review and Herald, 7 de abril de 1896; parcialmente en Exaltad a Jesús, p. 123.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
¿Qué comeré?, ¿qué beberé? y ¿cómo me vestiré?, son las preguntas que ocupan la mente de hombres y mujeres, a la vez que la eternidad no forma parte de sus pensamientos. Hay algunos que no acuden al Señor Jesucristo como la única esperanza del mundo... Aquellos por los cuales él murió se concentran en proveer para sí cosas temporales que no se requieren. A la misma vez descuidan la preparación del carácter que los haría idóneos para una morada en las mansiones que él [Jesús] compró para ellos a un precio infinito...
Cuando las cosas temporales absorben la mente y ocupan la atención, toda la fuerza del individuo se empeña en el servicio del hombre, y las personas consideran la adoración que se le debe a Dios como un asunto trivial. Los intereses religiosos quedan supeditados al mundo. Pero Jesús, que ha pagado el rescate por las almas de la familia humana, requiere que los seres humanos subordinen los intereses temporales a los intereses eternos. El quisiera que cesaran de acumular tesoros terrenales, de gastar dinero en lujos, y de rodearse de las cosas que no necesitan...
Al escoger la acumulación de un tesoro en el cielo, nuestros caracteres serán moldeados según la semejanza de Cristo. El mundo verá que nuestras esperanzas y planes se llevan a cabo teniendo en mente el progreso de la verdad y la salvación de las almas que perecen...
Al procurar un tesoro en el cielo, nos colocamos en una relación viviente con Dios, el dueño de todos los tesoros de la tierra, y quien suple todas las necesidades temporales esenciales para la vida. Cada alma puede obtener la herencia eterna... La más elevada sabiduría consiste en vivir de tal manera que se asegure la vida eterna. Esto puede lograrse al no vivir en el mundo para nosotros sino para Dios, al transferir nuestra propiedad a un mundo donde jamás perecerá. Al utilizar nuestra propiedad para avanzar la causa de Dios, nuestras riquezas inciertas son colocadas en un banco que no falla... Cada sacrificio hecho con el propósito de bendecir a otros, cada apropiación de medios para el servicio de Dios, será tesoro colocado en el cielo.— Review and Herald, 7 de abril de 1896; parcialmente en Exaltad a Jesús, p. 123.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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