Sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hada la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Filipenses 3:12-14.
El secreto para correr el maratón de la vida es prepararnos todos los días para ser vencedores. Las mujeres que llegan a ser vencedoras están íntimamente relacionadas con Dios. Una mujer tenaz y de convicciones firmes, que se muestra resuelta y segura al enfrentar la adversidad y al tomar decisiones, seguramente lo logrará. La mejor estrategia para llegar la encontramos descrita en una de las Epístolas del apóstol Pablo: «Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante» (Heb. 12:1).
Todo peso, es decir, todo aquello que nos resta fortaleza y buen ánimo, como la culpa, los malos hábitos, la tendencia al pecado, una vida poco consagrada a Dios, son lastres que estorbarán nuestro progreso en la carrera cristiana. Los participantes de un maratón deben estar en óptima condición física, para que así puedan rendir al máximo. Asimismo, la carrera de la vida nos requiere en óptimas condiciones emocionales y espirituales:
Los corredores con alma de ganadores saben que deben usar los accesorios adecuados, como la ropa y el calzado, para hacer más fácil el trayecto hasta la meta. En la carrera de la vida, es necesario que vistamos la armadura del cristiano. Por supuesto, una alimentación correcta es otro elemento de mucha importancia para los corredores, pues les provee resistencia para no desistir. La mujer cristiana que corre la carrera de la vida debe tener una rica alimentación espiritual, que incluya el estudio de la Palabra de Dios y una dosis abundante de oración.
Lo más extraordinario de la carrera cristiana es que todos los que la comienzan pueden llegar a ser ganadores, no es solamente uno el que se lleva el trofeo. Todos los que corren en nombre del Señor recibirán su recompensa. Dios nos pide hoy que «corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb. 12:1-2).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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