Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Lucas 19:46.
¿Por qué se despertó la indignación de Cristo cuando entró a los atrios del templo? Su mirada recorrió la escena, y vio en ella la deshonra de Dios y la opresión del pueblo. Escuchó los mugidos de los bueyes, el balido de las ovejas y las discusiones entre los que vendían y compraban. En los atrios de Dios hasta los sacerdotes y dirigentes estaban involucrados en los negocios... Cuando la atención de estos fue dirigida hacia él, no podían quitar su vista de su rostro, porque había algo en su semblante que los asombraba y los llenaba de terror. ¿Quién era él? Un humilde galileo, el hijo de un carpintero que había trabajado con su padre en su oficio; pero al contemplarlo, sentían como si hubiesen sido llamados ante el tribunal...
Cristo vio a los pobres, los sufrientes y afligidos en problemas y desasosiego por no tener lo suficiente para comprar siquiera una paloma para una ofrenda. Los ciegos, los lisiados, los sordos, los afligidos sufrían y penaban porque anhelaban presentar una ofrenda por sus pecados, pero los precios eran tan exorbitantes que no podían pagarlos. Parecía que no había oportunidad de que sus pecados fueran perdonados...
Cuando Cristo había expulsado a los vendedores de palomas, les dijo: "Quitad de aquí esto" (Juan 2:16). No echó las palomas como había echado a los bueyes y las ovejas, ¿por qué? Porque estas eran las únicas ofrendas de los pobres. Conocía sus necesidades, y en tanto que los vendedores fueron expulsados del templo, los sufrientes y los afligidos permanecieron en los atrios...
Pero los sacerdotes y dirigentes, al recobrarse de su asombro, dijeron: "Regresaremos y lo desafiaremos, y le preguntaremos con qué autoridad ha pretendido expulsarnos del templo".
Pero cuando entraron nuevamente al atrio del templo, una tremenda escena apareció ante sus ojos. Cristo atendía a los pobres, los sufrientes y los afligidos... Les daba a los sufrientes alivio tierno. Tomaba a los pequeños en sus brazos y demandaba liberación de la enfermedad y el sufrimiento. Les dio vista a los ciegos, oído a los sordos, salud a los enfermos y alivio a los afligidos...
Hacía precisamente la obra que había sido profetizada que haría el Mesías.— Review and Herald, 27 de agosto de 1895.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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