El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad. Erich Fromm
En una ocasión, un estudiante universitario le preguntó a la antro- póloga Margaret Mead cuál era, en su opinión, la evidencia de civilización más antigua en la cultura de la que estaban hablando en el aula. Lejos de responder que una vasija de barro, un anzuelo de pesca o un molino de piedra -como cabría esperar-, Mead afirmó que la primera muestra de civilización en aquella cultura era un fémur sanado. ¿Por qué una fractura de hueso sanada constituía una evidencia de civilización? Porque donde no existe civilización impera la supervivencia del más apto, pero un fémur roto y restablecido implica, en primer lugar, un acto inicial de compasión de parte de una persona hacia otra; y en segundo lugar, una serie de actos repetidos y sistemáticos de atención durante el proceso de curación: alguien tuvo que cazar por esa persona, alimentarla y atender sus necesidades básicas mientras ella no pudo valerse por sí misma. Está claro que, si no hubiera amor y compasión, tampoco habría fracturas curadas.
¿Cómo está nuestro historial de fracturas curadas? ¿Qué impera en nuestra vida, la propia supervivencia o beneficiar a los demás? ¿Qué evidencias se pueden rastrear en mi día a día que señalan inequívocamente que vivo bajo el principio del amor y la compasión? ¿Podrá el gran Antropólogo decir de mí, en el día final, que estos fueron los grandes motores de mi vida? Porque si no recuerdo mal, “cuando el Hijo del hombre venga, […] dirá a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, […] reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme. […] Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron’ ” (Mat. 25:31-40).
Así de sencilla es esta nuestra civilización cristiana. Así de sencillos pero significativos son los actos que la identifican. No parecen nada del otro mundo, pero al mismo tiempo lo son.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22: 39).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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