“Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre. […]
Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas’’. Salmo 139:13-16
No hace mucho me encontraba en la famosa Capilla Sixtina, estirando el cuello tratando de captar la magnitud del genio de Miguel Ángel en los frescos que pintó en esa bóveda. El dedo de Dios permanece estirado para tocar la mano extendida del recién creado Adán. ¿Crees que Miguel Angel dio forma a esa obra de arte sobre la marcha, sin planificación ni bocetos? ¡Difícilmente!
Dios es un artista magistral, mucho más talentoso que Miguel Ángel, ¿Crees, entonces, que llegaste a esta vida como una página en blanco, sin bocetos ni planificación previa en la mente del Dios que te eligió? David, en su Salmo, afirma que no. El Artista divino que nos formó en el vientre de nuestra madre es también el Historiador divino que consignó nuestra vida antes siquiera de que fuera vivida. Pensamiento digno de reflexión, ¿verdad?
Podemos reaccionar de dos maneras distintas a esta acción divina. Podemos tomar la postura de que la planificación de nuestro Creador significa nuestra falta de independencia o de individualidad. Después de todo, ¿cómo puedo yo ser yo, y libre, si mi Hacedor ya ha planeado mi vida?
Por otro lado, podemos celebrar la sugerencia de que, pese a este mundo caído, el Artista Magistral nos ha dotado (es decir, nos ha equipado, en ocasiones incluso readaptándonos) para la misión excepcional para cuya consecución quiso darnos la vida. En su oración, David celebra una individualidad tan única que la vida y la misión que Dios tiene para ti no pueden ser vividas ni logradas por ninguna otra persona de la historia salvo tú.
¿Estamos atados por el destino trazado por Dios? Difícilmente. La trágica vida del rey Saúl es prueba suficiente de que todos somos libres de elegir nuestro propio camino. Pero, ¿por qué rechazar el destino de Aquel cuyo amor nos ha formado desde el comienzo para remontar el vuelo con él a nuestros potenciales más elevados en la vida?
“Cada uno tiene su lugar en el plan eterno del cielo. Cada uno ha de trabajar en cooperación con Cristo para la salvación de las almas. Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 262). Entonces, ¿no tomaremos la mano tendida de Dios y viviremos hoy su destino?
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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