“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello’’. Maleo 23:23
¿Nos atragantamos con un camello? Antes de que respondamos, yo desearía que Jesús no nos hubiese llamado hipócritas. ¿Tú no? No me importa que llame así a los fariseos; por supuesto, se lo merecían. Pero, ¿tú y yo? ¡Por favor! Desde luego, no es ningún cumplido. Aunque los niftitos griegos anhelaban hacerse mayores para un día llegar a convertirse en hipócritas, nombre técnico de los actores griegos (que podían cambiar de máscara varias veces en una obra, lo que les hacía tener dos caras o hasta cuatro caras), ¡hoy nadie quiere que le digan que tiene “dos caras”! ¿Qué suscita tal reproche del Maestro?
“Dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”. ¿Te has fijado? Jesús revela aquí con claridad la existencia de una jerarquía de valores y verdades dentro de la voluntad revelada de Dios, de su ley. Y las más importantes de todas son la justicia, la misericordia y la fe. Dos de esos valores tienen una incidencia horizontal: el trato mutuo ecuánime (justicia) y con compasión (misericordia). Y el otro es vertical: confiar en Dios (o, como en el relato paralelo de Lucas, el amor de Dios: Luc. 11:42). Pero observa que Jesús identifica que dos de los tres aspectos más importantes de la ley tienen que ver con nuestras interacciones entre seres humanos. De algún modo, ¿tiene Jesús falta de sintonía con la ley y los profetas? Más bien no. De hecho, ha tomado la grandiosa declaración del Antiguo Testamento sobre la verdadera religión y la ha metido de lleno en la vida de la comunidad del Calvario: “Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8). Justicia, misericordia y fe.
¿Te atragantas con un camello? Fíjate en los fariseos a los que se dirige Jesús. La criatura inmunda de menor tamaño enumerada en el código alimentario de Levítico 11 era el mosquito, y la criatura inmunda de mayor tamaño era el camello. La mordaz hipérbole de Jesús se basaba en la práctica de los fariseos de filtrar sus bebidas con un trozo de tela de lino o una gasa para evitar la ingestión de bichos inmundos. Sin embargo, al mismo tiempo -replicó Jesús-, se tragan el jorobado dromedario peludo de gruesos labios. Y nosotros hacemos igual, ¿no crees? Haciendo hincapié sobre cosas secundarias y quitando importancia a las trascendentales. Diezmando nuestros centavos, pero ignorando a nuestro prójimo. Amando la verdad sin vivirla. ¡Quién, si no Jesús, puede salvar a los elegidos de nuestro desamor de doble cara capaz de tragarse un camello!
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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