domingo, 8 de mayo de 2016

ATRAGANTARSE CON UN CAMELLO -2

“Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” 1 Juan 4:20

¿Nos tragamos el camello peludo del racismo? “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
¿Te has fijado alguna vez en que Jesús pasó su ministerio procurando desesperadamente derribar los muros del prejuicio, las barreras raciales y étnicas que se habían levantado en el corazón de los elegidos? Observa su trato hacia los odiados samaritanos. Reservó para una solitaria mujer de esa raza la verdad más sublime que jamás pronunció; y se trataba de una persona que tenía tres grandes defectos, a la vista de los judíos de la época: porque era samaritana, mujer y adúltera. Y cuando el Señor se esforzó por abrirse paso a través del prejuicio y el orgullo judíos contando un relato sobre la compasión misericordiosa, requirió audacia hacer al héroe samaritano; más que eso, requirió osadía presentar a un buen samaritano. Una y otra vez -ya fuera con la suplicante madre sirofenicia o con el centurión romano lleno de reparos-, Jesús trascendió a los prejuicios sociales en un empeño apasionado por derribar los muros divisorios.
El racismo en todas sus formas no es solo omitir “lo más importante de la ley”; ¡es un ataque directo contra el propio Legislador! Los chistes racistas y las calumnias raciales son fáciles de identificar, y el fariseo en todos nosotros es rápido a la hora de afirmar nuestra distancia de tal pecado. Pero, ¿qué decir de nuestra tendencia a caricaturizar a los miembros de una raza (con independencia de que seamos negros, marrones, blancos o amarillos) en función de nuestra experiencia con un miembro de esa raza? Eso se llama estéreo tipación racial. ¡Qué prestos estamos a prejuzgar (la raíz de “prejuicio”) a un ser humano en función de nuestros sesgos raciales innatos o adquiridos! Sigue siendo verdad que la hora de la semana de mayor segregación en los Estados Unidos es la mañana del domingo o del sábado. Elegimos nuestra congregación, escogemos nuestro barrio, seleccionamos nuestros restaurantes y nuestros centros comerciales, contratamos a nuestros empleados, otorgamos nuestra amistad en función de una preferencia y un prejuicio raciales tácitos, a veces hasta inconscientes.
Nuestro texto de hoy suscita una verdad embarazosa pero esencial para los elegidos. ¿De qué sirve encumbrar nuestro amor a Dios, a quien nunca hemos visto personalmente, mientras ignoramos o hacemos como que no vemos a los hermanos que tendríamos que estar ciegos para no ver? “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34) sin duda significa pedirle a Dios que nos dé los ojos y el corazón de Jesús.

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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