Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti. Isaías 54:10.
Cuando enfrentes peligro o angustia, recuerda a David huyendo de Saúl. En este tipo de situación es necesario levantar la vista y confiar en la luz que siempre brilla más allá de la oscuridad. “David no debió desconfiar un solo momento de Dios… Si tan solo hubiera apartado su atención de la situación angustiosa en que se encontraba, y hubiera pensado en el poder y la majestad de Dios, habría estado en paz aun en medio de las sombras de muerte” (Patriarcas y profetas, p. 712).
David escapó a las montañas de Judá y se escondió en la cueva de Adulam. Otros se unieron a él allí, incluyendo a su propia familia de Belén. Ni sus padres ni sus hermanos se podían sentir seguros por mucho tiempo mientras Saúl mantuviera esa malvada cacería. Su familia sabía ahora que Dios había elegido a David para ser el siguiente gobernante, y pensaron que era más seguro estar con él que “si se quedaban a merced de la locura de un rey celoso” (ibíd., p. 713). Sus hermanos mayores ya no desconfiaban más de él como antes. Aunque todos estaban escondidos, había entre ellos amor genuino, afecto y simpatía, y una cercanía que nunca antes habían conocido. Había gozo en el corazón de David por esto, y tocó en su arpa y cantó: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmo 133:l). También fue aquí, en la cueva, donde compuso el Salmo 57.
David podía cantar: “Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. Voy a cantarte salmos” (Salmo 57:7, NVI), porque sabía más de la firmeza de Dios de lo que antes había conocido. El problema había generado confianza. Cada día que pasaba, sabiendo que Saúl lo estaba persiguiendo como una bestia salvaje, David aumentó su confianza en el Dios que era capaz de detener a los hombres malvados en sus caminos. Los terremotos podían desmoronar montañas y las colinas podían allanarse, pero Dios había prometido que su amorosa bondad no se apartaría, ni se olvidaría jamás de mostrar misericordia a sus hijos.
Aprender a apoyarse en Dios no se logra con una sola lección fácil. Lleva tiempo. Pero, cuando estamos dispuestos a aprender, experimentamos un gozo y una paz imposible de arrebatar.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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