“Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada. Toda la tierra se maravilló en pos de la bestia”. Apocalipsis 13:3
La hora de identificar a este poder de la bestia, considera esta importante salvedad: nunca olvides que el Apocalipsis describe un poder y no a una persona o a un pueblo, una institución y no un individuo. En función de esta profecía, nadie tiene derecho de apuntar con el dedo a un vecino o a un amigo o colega y declarar: “Aquí debe estar hablando de ti”. El propio Cordero nos enseñó: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mat. 7:1). El orgullo teológico es hijo de Lucifer, no del Cordero.
No obstante, a lo largo de los siglos ha habido una asombrosa unanimidad entre los estudiosos de la Biblia al identificar a este poder de la bestia. Tengo en mi biblioteca la obra de LeRoy Froom The Prophetic Faith of Our Fathers, compendio en cuatro tomos objeto de elogio por parte de Wilbur M. Smith, del Fuller Theological Seminary, por carecer de precedentes en la lengua inglesa en su “exhaustividad, originalidad y fiabilidad”. En esos tomos, Froom ha seguido la historia de la interpretación de Apocalipsis 13 en la iglesia cristiana. A partir de Eberardo II, arzobispo de Salzburgo (1200-1246), hay una larga lista de estudiosos que creyeron y enseñaron que este poder de la bestia, tanto en Apocalipsis como en Daniel, representa a la institución del papado en Roma.
Tan pronto como uno llega a esta conclusión, resulta fácil desechar tal convicción como nada más que un protestantismo estereotípico anticuado refrito, un apéndice arcaico del pensamiento medieval. Después de todo, los 1.260 años de la Edad Media están en el pasado, y el mundo ahora es progresista y las barbaridades previas ya no son relevantes. ¿Qué importa que en 538 d.C. se interrumpiera el sitio de Roma por los bárbaros, elevando así al obispo de Roma al liderazgo preeminente en la Iglesia Católica? ¿Qué importa que 1.260 años después el papado fuera herido mortalmente cuando Berthier, general de Napoleón, se llevó cautivo al papa y proclamó el fin del gobierno político papal? ¿Qué importa que la herida mortal sanara el pasado siglo cuando el concordato de Mussolini restauró el territorio vaticano e inició la recuperación de Roma de su dominio geopolítico?
Pero para los elegidos la pregunta no es realmente ¿Qué importa?, sino, más bien, ¿Qué viene después? ¿Pudiera ser que en el pasmoso dominio global actual de Roma percibamos vibraciones apocalípticas que avisan que el fin está próximo? ¿Y no sería este, entonces, el momento oportuno para que los elegidos compartan activa y humildemente la verdad como es en Jesús con sus vecinos y amigos católicos?
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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