“Digo, pues, por
la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más
alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).
Los apartamentos
de lujo del edificio Richelieu en las playas de Pass Christian (Misisipi,
EE.UU.) contaban con la animación propia del veraneante de la gran ciudad. Se
divertían con espíritu despreocupado y abundancia de bebidas alcohólicas. La
policía recibió la alarma de que el huracán Camille estaba tocando la costa
occidental cubana y se aproximaba al Golfo de México para irrumpir de lleno en
el estado de Misisipi. El jefe de policía, Jerry Peralta, movilizó su equipo
para evacuar todos los edificios playeros. La mayoría de las personas
obedecieron la orden, pero un numeroso grupo del edificio Richelieu desafió al
agente:
— ¡Señor Peralta,
estamos en nuestra propiedad y para sacarnos de aquí tendrá que traer una orden
de detención! ¡Hemos sobrevivido a varios huracanes! ¡Este edificio es sólido
como la roca!
Aquella noche el
huracán arrasó la costa de Misisipi a una velocidad de más de 280 km por hora,
haciendo desaparecer varios edificios, entre ellos el Richelieu. Era el 17 de
agosto de 1969. El Camille fue el segundo huracán más poderoso del siglo XX,
después de otro que tuvo lugar en 1935. Solo en la localidad de Pass Christian
murieron 78 personas. La mayoría de ellas pensaban que eran lo suficientemente
fuertes para sobrevivir sin necesidad de evacuar.
La ausencia de autoestima
conlleva riesgos: pérdida de rendimiento académico y laboral, dificultad en las
relaciones, así como vulnerabilidad a la adicción a sustancias psicoactivas, a
ser víctima de abusos, ansiedad y depresión, entre otros. Pero el exceso de
autoestima es la arrogancia y conduce a situaciones desastrosas como la actitud
de aquellos vecinos del edificio Richelieu y, aún más, lleva a la perdición
moral. En efecto, actitudes tales como la vanagloria, el engreimiento, la
altivez, el orgullo y la soberbia son rasgos diametralmente opuestos al
espíritu cristiano de humildad.
El apóstol no
recomienda ni la arrogancia ni el desprecio por uno mismo. Nos invita al
pensamiento cuerdo (o equilibrado) sobre nosotros mismos. Algunos están
tentados a alcanzar el extremo de la altanería, otros, el auto- desprecio.
Tanto si tiendes a un lado como al otro, piensa en los dones que Dios te ha
dado y, al mismo tiempo, practica la humildad siguiendo el ejemplo supremo de
Jesús, quien “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en
rescate por todos” (Mar. 10:45).
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020
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